Recordando al Presidente Allende

Me emociono recordando el gobierno popular, aquel inolvidable periodo del Presidente Allende, con ese gran sueño de construir el socialismo en democracia, pluralismo y libertad, así como me rebela la dura oposición que recibió de los poderes dominantes de entonces y la incapacidad del movimiento democrático de izquierda para frenar e impedir la conjura antidemocrática.

La derecha fue implacable. Desde el mismo día de la elección en la noche. Se volcó en cuerpo y alma a la conjura que orquestaban Nixon y Kissinger desde los Estados Unidos. Su rol, como representante de la oligarquía ultraconservadora, tuvo el solo propósito de derribar el gobierno popular como fuera, y luego destruir las conquistas sociales que tantas décadas habían demorado en hacerse realidad. La derecha no vaciló en recurrir al golpe fascista y al terrorismo de Estado, haciéndose parte y justificando crímenes de lesa humanidad.

Por otra parte, la acción del centro político también fue lamentable, en especial su alianza con la derecha-en la CODE- que posibilitó errores garrafales como el proyecto de acuerdo, aprobado en agosto del '73 en la Cámara de Diputados, que declaró inconstitucional el gobierno popular siendo usado por la derecha para azuzar el golpe de Estado y que Pinochet utilizó como excusa para instalar la abyecta dictadura que aterrorizó Chile. El agudizamiento de las diferencias con la izquierda llevaron al centro hacia la derecha, con consecuencias fatales para la democracia chilena.

También la lucidez y perspectiva histórica del Presidente Allende chocó con la inflexible posición voluntarista preponderante en los interlocutores y voceros de los partidos que le respaldaban. Fue una etapa de una irreductible rigidez ideológica que resulta incomprensible, mirando a la distancia, después de estos tremendos 50 años de evolución de la civilización humana.

Ahora se reconoce y enaltece la lucidez del Presidente Allende, su firme convicción que la revolución chilena para ser posible debía encontrar y seguir su propio camino, era la vía chilena, "la revolución con sabor a empanadas y vino tinto".

En la visión allendista, un proceso antiimperialista se fundaba en la reivindicación del carácter nacional del proceso a desarrollar que, entre uno de sus aspectos fundamentales, situaba la defensa de la nación chilena frente a la intervención foránea como uno de sus objetivos fundamentales. Allende defendió Chile como objetivo fundamental. Hoy, no hay argumento que pueda rebatir esta cuestión esencial.

Por el contrario, en ese periodo, el dogmatismo de izquierda reprochaba esa visión política de un camino original, que rechazaba el dogmatismo y no se limitaba simplemente a repetir las consignas de falsa ortodoxia que se repetían y pregonaban entonces por la fidelidad a supuestas leyes universales de la revolución, predicamento que dictaba ceñirse al modelo revolucionario que desde la Rusia soviética en adelante, según el estalinismo primero y el conservadurismo ideológico después, tenía que aplicarse necesariamente en cada país.

Fue paradojal que diferentes actores, en especial, algunos que recién llegaban a la lucha popular se autodenominaban "marxista-leninistas", algunos lo hacían desde la masonería y las ideas laico racionalistas, otros desde el potente movimiento de cristianos por el socialismo, eran aportes muy significativos desde su propia identidad, pero dejaban sus valiosas raíces y tradiciones para asumir resonantes consignas y ropajes ultra revolucionarios. Fue el infantilismo de querer andar a la moda, la primera epidemia de corte político-ideológico que conocí.

Por ejemplo, en conjunto con el MIR, el Mapu adoptó una línea de ultra izquierda desde que Oscar Guillermo Garretón fuera nombrado secretario general. Así fue expresión de una retórica grandilocuente que tensionó la acción política del gobierno popular con demandas irrealizables. Ese mal hábito de proclamar como inminente o inmediato lo que era imposible hacer en ese periodo, también desfiguró la política socialista y la consigna de "avanzar sin transar" no ayudó al Presidente Allende.

Cuando era más necesaria la flexibilidad en la conducción política al Presidente Allende se le exigía rigidez. Cuando más se requería ampliar la Unidad Popular mayor era el sectarismo en aras de una supuesta fidelidad a los principios. Cuando era esencial el respeto a la función pública mayor resultaba ser el cuoteo entre grupos partidarios del gobierno.

A la postre, el Presidente Allende con la voluntad de entregar su vida -el 11 de septiembre del '73- definió el curso de los acontecimientos y demostró que la vía chilena era su creación política e histórica hasta las últimas consecuencias. Murió para vivir. Los que pensaban observarlo abandonando Chile derrotado vieron crecer su figura año tras año. Así, muchos que no creían en la vía chilena debieron enaltecer su memoria durante los años y décadas posteriores al golpe de Estado.

Por eso hay que conocer su vida y experiencia, una trayectoria en constante evolución, con errores pero de enormes aciertos estratégicos que lo hicieron un protagonista esencial de la historia de Chile durante más de cuatro décadas. Un líder que guio multitudes porque supo comprender, aceptar y querer en su esencia al pueblo chileno, el que a la vez de querer cambios profundos se alejaba del aventurerismo y la embriaguez discursiva. Un guía que se propuso avanzar firmemente, pero que rechazaba cualquier salto al vacío. Un gran inspirador de las transformaciones del presente.

En definitiva, es decisivo aprender de los errores, de modo que quienes en el centro político vuelven a ir tras la derecha no cometan de nuevo un error garrafal, pero también quienes en la izquierda desde posiciones sectarias azuzan las disputas no sigan sumidos en una ceguera histórica lamentable.

Hay que insistir que no hay fuerza política alguna que sea infalible, todas han cometido errores de proporciones en su trayectoria, ahora bien, en un cruce de caminos tan trascendente para Chile debiese imperar la voluntad de entendimiento y la vocación democrática de la izquierda y la centroizquierda para sumar fuerzas y lograr reponer lo que se desplomó con el bombardeo al Palacio de La Moneda, un Chile digno, justo y soberano.

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