Se llega a la Presidencia por la victoria en Gobernadores

La condición que requiere cumplir un candidato presidencial de la centroizquierda es que debe querer ganar. No se trata de servir a otro propósito loable, pero distinto. A la Presidencia se llega con vocación, no por obligación o por encargo.

Al respecto, se puede decir que este sector político está retrasado en relación a la izquierda y la derecha. Los otros sectores tienen perfilados sus liderazgos, pero cualquiera que vea los porcentajes de adhesión, advertirá que cada cual está en su “ámbito natural” y no está desbordando sus nichos originales. Es como si se estuviera esperando a conocer el conjunto de participantes antes de decidir.

Se necesitan personas dispuestas a remontar desde abajo, que confíen en las virtudes de la propuesta política que se representa y con capacidad de reunir voluntades a lo largo del camino. La candidatura es mucho más un punto de partida que un punto de llegada. No es el reconocimiento a una trayectoria política, porque un largo servicio público se corona con prestigio y consideración ciudadana, mas no con puestos ejecutivos.

No se trata de imaginar al abanderado(a) como candidato(a), sino ejerciendo el puesto de Presidente por cuatro años y dejando un legado digno de las esperanza que se depositan en una persona. Como nadie destaca del resto con anticipación, podemos convertir ese hecho en una ventaja.

No se trata de proyectar mejor a alguien ya posicionado, sino de esforzarnos por proyectar a quien sea el mejor para el puesto. De este modo, estaremos seguros de irnos fortaleciendo por el camino, en vez de ir debilitándonos en el trascurso de la campaña. Siempre ha sido mejor trabajar para que alguien con muchos méritos se haga conocido, que aportar con alguien conocido, pero sin los méritos que requiere tener para el primer puesto de la política chilena.

Se trata de escoger personas meritorias, con la capacidad de empezar una etapa que aspire a proyectarse en el tiempo. Bajo esta condición, que se presenten cuantos quieran, porque la competencia irá mostrando lo viable y atractiva que puede ser una propuesta capaz de avanzar en equidad y asegurar estabilidad.

Lo que los partidos de centroizquierda no pueden hacer, porque sería éticamente reprochable, es presentar candidatos para hacer “como si” estuvieran concursando, pero en realidad preocupándose de consolidar su representación parlamentaria, municipal y regional. Eso se siente y no entusiasma a nadie.

Por fortuna, hay un procedimiento para saber si está presentando una candidatura presidencial en serio. Ocurre que el resultado presidencial quedará predeterminado por el resultado previo alcanzado en las elecciones de gobernadores regionales. Si la oposición confluye en un nombre en esta votación decisiva, establecerá un precedente de apoyo mutuo que se replicará con posterioridad. Ninguna otra elección se presta para ello ni produce este efecto.

Si la candidatura tiene otros propósitos, si se emplea un doble discurso y la prioridad no es ganar, entonces este dato no importará.

Pero quien quiere alcanzar la Presidencia hace el camino completo para ganar, y eso incluye el asegurarse, desde ya, que todos los demás integrantes de la oposición tendrán razones para apoyarlo(a) en segunda vuelta. Y eso sí que no tiene vuelta.

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