¿Una Nueva Transición?

Aquel 18OCT, quienes estábamos a las 8 AM en el Metro de Estación Central, esperando que se abrieran los torniquetes en un murmullo delirante que silenció abruptamente el trote de botas bajando las escaleras, con el que sentimos un fuerte aire frío por la espalda, cuyo alivio demoró luego que advertimos que se trataba de guardias, de algún modo supimos que se venía algo muy grande que nos transformaría la vida de todos.

A los días, con millones manifestándose en las calles del país, nos enteramos que, no sólo cada cual, sino que todos estábamos cansados del abuso de esa clase política insensible, mezquina y hasta sinvergüenza, y que la crisis social, política y económica había estallado.

Hubo que ocurrir todo lo que venimos lamentando, violación a los DDHH y una violencia desmedida, para que  esa misma clase política fuertemente despreciada, se pusiera a la altura de la urgencia del país y alcanzara este acuerdo del alivio y viera esa débil pero creciente luz al final del oscuro túnel que estamos atravesando y que, menos mal, no volvió a cometer el peor de sus errores, ese de la intransigencia.

Es un gran alivio sin duda pero nadie debiera sentirse alegre ni celebrar pues no podemos dejar de lado que el motivo de fondo del estallido que estamos viviendo es, justamente el comportamiento altamente reprochable de esa misma clase política que no logrará validar el derrotero que nos ha propuesto, si no es capaz de legitimarse efectivamente y, esto no se logra de la noche a la mañana.

Se puede alcanzar una lenta transición que implique un proceso, también efectivo, de reconciliación con los ciudadanos y ciudadanas, devolviéndole su soberanía. En este proceso habrá desconfianza de cada actitud y comportamiento que recuerde la deslealtad.

El paso al cambio institucional que nos están proponiendo no es suficiente, ya ayer durante las “negociaciones” ponían al descubierto la protección de sus intereses, pero llegaron a puerto, salió el humo blanco. No por eso, ni porque muchos rostros nuevos entren en la constituyente, se blanqueará la imagen que por años se ha deteriorado.

Esta nueva transición y reconciliación entre política y ciudadanos “tiene pie forzado” y urgente.

Gobierno y oposición, los actuales, los mismos, solamente podrán legitimar el proceso que nos preponen para abril próximo, si rápidamente concuerdan un programa común de leyes que den respuesta eficaz a la totalidad de las demandas que el estallido dejó impreso.

Acuerdo global para bajar el precio de los peajes, los servicios básicos, el trasporte, los remedios, combustibles, etc.; subir las pensiones y los sueldos; disminuir la base de cálculo en 110 años de las AFP; acceso a los fondos de AFP para emergencias familiares; disminución del IVA a la PYME; alivio tributario y financiero a las PYME’s, entre otras urgencias reales.

Finalmente  y porque el acuerdo político alcanzado tiene visos que favorecen a los partidos tradicionales, al centralismo y la visión uninacional, la legitimación del proceso exige que los independientes puedan competir en igualdad de condiciones con los partidos y grandes conglomerados, que las regiones tengan similar participación en la Constituyente, más allá de su población efectiva,  y que los pueblos indígenas tengan escaños garantizados.

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