Volvió a pasar

Un mínimo de conocimiento de la historia política de las últimas décadas en Chile permitía advertir que el ofrecimiento de la derecha y grupos afines al Rechazo para mejorar después el texto constitucional propuesto en el plebiscito del 4 de septiembre, era una de esas dudosas promesas con que se ha burlado tantas veces el país.

En efecto, la dictadura ejecutó el cruento golpe de Estado proclamando su férreo compromiso de reponer la "institucionalidad quebrantada" y, por el contrario, se dedicó durante 17 años a aferrarse al poder como fuera, recurriendo a los peores métodos de opresión del pueblo chileno. Ignorar los hechos, ocultar la verdad y denostar a las víctimas eran su conducta favorita.

La mentira oficial fue su matriz fundacional, pero para cuidar las apariencias, dio publicidad en los días posteriores al golpe de Estado a una "Comisión de Estudios de la nueva Constitución de la República de Chile", con la que distrajo la atención hasta que, destruida la oposición democrática y desplazado Gustavo Leigh en la FACh, se dieron las condiciones para que Jaime Guzmán preparara el texto definitivo hecho a la medida del dictador. Así se impuso fraudulenta y brutalmente la Constitución de 1980.

Cuando la crisis económica y social hizo tambalear el régimen en 1983, y millones de personas se volcaron a las calles a protestar -exigiendo "Pan, Trabajo, Justicia y Libertad"- entonces arrinconado, por el derrumbe del modelo, Pinochet pidió diálogo a través del ministro del Interior de turno (S.O. Jarpa) con las perseguidas fuerzas de oposición con el solo propósito de crear confusión y ganar tiempo, cuestión que consiguió con creces.

Pasado el susto, con el apoyo de la derecha económica y política volvió a reponer el estado de sitio reprimiendo brutalmente, dándose maña para burlarse públicamente de la ingenuidad de sus interlocutores, incluido el cardenal y arzobispo de Santiago.

Al ser derrotado el dictador en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, los jefes de la derecha volvieron a prometer el término de los enclaves autoritarios, pero de nuevo pasado el apuro bloquearon y postergaron esas reformas hasta que ya no pudieron más, así recién se aprobaron y promulgaron en 2005, para que entraran en vigor en marzo de 2006.

Una y otra vez hicieron lo mismo. Ahora la historia se repite. La derecha ultraconservadora sabía que no iban a cumplir, porque nunca han respetado su palabra. Su propia credibilidad no le interesa, sólo le importa imponerse como sea. Ahora un grupo de sus senadores están bajo el vértigo de la victoria del Rechazo y ya no consideran útil hacer el proceso de una nueva Convención constitucional, así quieren borrar con el codo lo suscrito con la mano, total el engaño ya está hecho.

Un grupo político que fue usado de biombo legitimador de la estrategia ultraconservadora, auto arrogándose la representación de la "centroizquierda", para hacer viable esa operación política tienen una deuda y una responsabilidad política principal al facilitar la maniobra de ocultamiento de la derecha tras sus anchas y amplias sonrisas en las etapas claves de la reciente campaña plebiscitaria.

No pueden argumentar ahora qué hay otros "temas" prioritarios, eso vendría a ser la postulación definitiva al Premio Nobel de Cinismo, después de haber asegurado innumerables veces su "leal compromiso" con una nueva Constitución para Chile. Ante ello, en el Congreso Nacional se requiere un gran esfuerzo para evitar un fraude político y lograr establecer un itinerario que reponga una ruta democrática y participativa para elegir una Convención Constitucional que si pueda redactar y proponer una nueva Constitución que logre tener una amplia mayoría nacional que la legitime en las urnas.

Ese camino de amplio entendimiento para aislar a las eufóricas y regresivas fuerzas ultraconservadoras entregara la estabilidad democrática que Chile necesita.

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