Estamos insertos en el mundo digital, en el cual el volumen de información y de datos crece de manera exponencial a cada segundo, lo que genera un enorme e impensado flujo. En este escenario, en definitiva, quien tiene el conocimiento, tiene el poder.
A la luz de lo anterior, estos volúmenes de información, muchas veces puntual y específica, permiten tener una comprensión y perspectiva mucho más amplia y acabada sobre las personas, la sociedad, las empresas, la comunicación y las relaciones.
Y, por supuesto, todo lo anterior también da pie para que estos datos puedan ser mal utilizados; o bien, utilizados sin que medie algún aviso o solicitud de permiso.
Por lo tanto, si hay algo que se debe recordar siempre es que todos los días entregamos una gran cantidad de información personal y de nuestros más cercanos a través de las redes sociales: Facebook, Instagram, Youtube, Twitter y hasta Snapchat, no tienen nada de inocentes a esta altura.
De esa forma, nuestras preferencias, gustos o manías, nuestro estado civil, amistades, familia, lugares que visitamos y mucho más, están a disposición de todos en la red.
Ante este real y descarnado escenario, que todos ya de alguna manera conocemos, no es posible seguir siendo tan ingenuos y actuar como niños, frente a un tema serio, grave y que acarrea consecuencias.
Estamos de acuerdo en que el gobierno debe proteger a sus ciudadanos, por ejemplo a través de una ley de protección de datos personales, la que alcanza también a la industria tecnológica, a las instituciones y al mismo Estado. Sin duda, ese marco teórico permite reafirmar nuestro cumplimiento con importantes acuerdos con la OCDE, en la esfera de tratados comerciales y ayuda al posicionamiento de Chile como un país seguro y competitivo a nivel mundial.
Lo que no puede suceder, es que llegue una empresa, como la consultora Cambridge Analytica, y tome y use indebidamente la información de 50 millones de usuarios Facebook, en Estados Unidos. ¿Cómo fue posible que eso ocurriera?
Porque las personas dieron los permisos a la encuesta para que accediera a sus datos y los pudieran usar. Según medios como The New York Times y The Observer, todos esos datos fueron usados para manipular psicológicamente a los votantes en las elecciones de Estados Unidos de 2016, en la que Donald Trump resultó Presidente.
Ya lo anunció Mark Zuckerberg: ''Si no podemos proteger sus datos, no merecemos servirles'. El CEO de la red social ha dicho la última palabra, tomó la responsabilidad y sabe que las confianzas están rotas.
Este es un tema que hay que hablar, plantear y, sobre todo, resolver. Cada vez que alguien hace unos de los test de Facebook, que juega algo o que desde allí accede a otra web, se debe autorizar a terceros.
El llamado que hacemos es a cuidarse, educarse y autoprotegerse. Si uno da una autorización para que tal o cual información sea usada, no tiene nada de malo. Pero, uno siempre debe saber a quién se les entrega esa facultad. Y se debe dosificar, no entregar todo. En medio de toda esta vorágine, es bueno revisar nuestros “contratos, autorizaciones y políticas de privacidad” de nuestras redes. Cada quien es el primero y último responsable.
No podemos vivir en un mundo digital y no estar al tanto de lo que en realidad estamos autorizando.
Hay que recordar que los portonazos no sólo suceden de noche y a la entrada de la casa, también están en el quehacer digital y esos son portonazos en línea.
Desde Facebook:
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