La reciente campaña en redes sociales denominada "Devuelvan el Moái" (1), ha puesto nuevamente en discusión el tema sobre la necesidad de que Inglaterra devuelva a Rapa Nui esta estatua de piedra por su alto valor histórico y simbólico para la isla y para todas aquellas personas que creen en un mundo más justo
De ahí que hasta el mismo presidente Gabriel Boric se haya sumado a una demanda que a primera vista pareciera un mero requerimiento de restitución de una escultura que fuera robada en el siglo XIX por el imperio inglés, pero instala también un debate sobre el carácter colonial de los museos como institución y la necesidad de su descolonización.
Es decir, este reclamo de devolución del Moai a Rapa Nui puede verse como el resultado de la discusión que tuvimos como país durante el proceso constituyente el 2022, el cual podrá haber tenido un mal término y una verdadera guerra en su contra de parte de los sectores más conservadores, pero pudo instalar en alguna medida el valor de la interculturalidad, plurinacionalidad y la descolonización.
Por lo mismo, pensar la descolonización va mucho más allá del fin de una ocupación territorial o la devolución de ciertos objetos extraídos por la fuerza, como es el caso del Moai en cuestión, sino también pensar el rol que han jugado los museos desde el siglo XVIII para instalar narrativas discriminatorias, excluyentes y de la dominación, las cuales son las que han sostenido asimetrías e injusticias históricas.
Es lo planteado por Walter Mlgnolo, quien nos muestra la función histórica del museo para occidente y la modernidad/colonialidad (2), la cual ha buscado fortalecer su identidad a costa del robo de la memoria de los pueblos del sur global, a partir de una idea de universalidad que pretende hacernos creer en una linealidad de la historia, en donde Europa y Estados Unidos estarían en la cúspide del progreso civilizatorio, mientras que las otras culturas sólo serían parte del pasado.
Asimismo, el museo a lo largo de la historia, al igual que la escuela y la universidad moderna, ha sido principalmente un dispositivo educativo civilizador, al promover ciertos conocimientos y negar otros, presentándose como un espacio neutral, que solo busca realizar conservación, investigación y divulgar patrimonio en el ámbito artístico, arqueológico y antropológico, encubriendo así que es una institución que busca perpetuar el dominio occidental,
Por eso es que si uno revisa las razones de parte del Museo Británico del porqué no quiere devolver el Moai a Rapa Nui, no es solo por un tema legal, sino también porque según ellos, de entregarlo, correría el riesgo de no ser tan bien conservado como en Londres, lo que solo termina reforzando un relato racista y lleno de superioridad cultural por sobre nuestros países.
En otras palabras, Inglaterra se atribuye el monopolio de la conservación del Moai, como si diera lo mismo que haya sido llevado al Museo Británico como resultado de un robo histórico del imperio británico, lo que muestra una vez más que lo que hay detrás de esa negación es la colonialidad imperante, la cual se sigue imponiendo como si fuera algo incuestionable.
Por suerte, el museo como institución colonial viene siendo interpelado por distintos sectores, tanto de parte de movimientos sociales como desde la academia misma, quienes no solo están denunciando las narrativas eurocéntricas imperantes, sino proponiendo formas más igualitarias, horizontales, dialógicas y que rescaten elementos del presente también, en donde el patrimonio de la vida y los buenos vivires estén en el centro.
Es el caso del Comité de Educación y Acción Cultural para América Latina y el Caribe (CECA LAC), quien viene impulsando una museología crítica y participativa, que como bien dice una de sus coordinadoras, la Dra. argentina Silvana Lovay (3), lo que se busca es desfetichizar al museo y transformarlo en un espacio de encuentro, que se nutra de lo que ocurre en la calle, en las plazas, y en la cotidianidad de los pueblos.
Ante todo esto, por supuesto, devuelvan el Moai robado, pero siempre viéndolo como parte de un proceso de descolonización en todo el planeta, que se conecta con otras experiencias negadas hasta el día de hoy, por un dominio de poder que se resiste a dejar un orden que se cree con el derecho de borrar la riqueza del mundo y vendernos una historia única para todas y todos.
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