Chile, el hogar de todos

Yonathan Nowogrodski
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En el mes de la Patria y como ya es tradición, la comunidad judía celebró la Tefilá u Oración por Chile, junto a la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, y autoridades de los tres poderes del Estado.

Como chilenos y judíos nos enorgullece formar parte de esta nación y cumplir 110 años de vida organizada comunitaria. Este aniversario es un hito importante para nosotros, para agradecer también que a nuestros ancestros se les permitiera, como a todo chileno, surgir y construir familia.

Queremos que Chile sea una tierra fértil para todos, nativos e inmigrantes, en tiempos en que algunos comienzan a alzar la voz en contra de quienes llegan al país buscando un mejor destino para ellos y los suyos. Así llegaron nuestros padres y abuelos, que han renacido -muchos de ellos- desde el infierno de la persecución y el racismo.

Chile y su gente tienen una tradición de solidaridad y hermandad que no se puede perder. Por eso nos preocupa la creciente odiosidad que lenta, pero sostenidamente ha ido surgiendo en contra de las minorías de inmigrantes, de la diversidad sexual y a veces también en contra nuestra, a través del antisemitismo, hoy disfrazado de antisionismo.

Por eso durante la Tefilá hicimos un llamado explícito a escuchar las alertas sociales que se levantan desde sectores irresponsables, que pretenden introducir el odio hacia el que parece distinto.

Y la Presidenta escuchó. Para los chilenos judíos tiene un valor especial que la máxima autoridad nacional haya utilizado el espacio de la Tefilá para anunciar una nueva ley que penalice la incitación al odio.

Al asegurar que en diciembre veríamos importantes avances en esa materia, se generó un aplauso cerrado de los principales líderes comunitarios y estamos seguros de que todas las minorías e inmigrantes del país celebraron esta iniciativa del Ejecutivo.

En un ambiente de crispación y descrédito, nos parece que impulsar una legislación de este tipo, es dar una señal clara que fortalece la sana convivencia.

Chile debe ser de todos y para todos, pero no como un sentimiento de deseo, sino como una acción derivada de políticas públicas democráticamente inclusivas, que incorporen los beneficios del desarrollo a todos los sectores. 

Para alcanzarlas, bienvenido el diálogo y los acuerdos, la construcción de puentes que generen confianza y tolerancia, generosidad en las propuestas, transparencia en el quehacer político, convivencia en el diario vivir y comprensión hacia al adversario.

Sólo así, creemos, estaremos en condiciones de avanzar hacia un país y una sociedad que se respete a sí misma y respete a quienes la conforman.

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