A raíz del debate surgido a partir de las declaraciones de una ex figura de televisión que dice haberse convertido en heterosexual luego de su conversión a la fe cristiana evangélica, considero importante reflexionar en torno a la vida en sociedad entre distintos sectores de población con creencias diversas y en ocasiones contrapuestas, las que parecieran ser una importante fuente de conflictos sociales.
En este caso el asunto es la sexualidad humana. Por un lado tenemos quienes plantean que la homosexualidad es una de varias tendencias sexuales que las personas traen consigo de forma inherente y, por otro, grupos religiosos que ven en la homosexualidad un fenómeno antinatural y pecaminoso.
El revuelo se ha armado a raíz de que se hayan expresado creencias de índole religiosa respecto de la homosexualidad en la esfera pública. Se ha planteado que ello constituiría una promoción de actitudes homofóbicas que alentarían de forma más o menos directa discriminaciones y/o violencias. Esto es considerado por varias iglesias evangélicas, como es de esperar, equivocado. Plantean que aunque rechazan el pecado aman al pecador, y que de ninguna manera incitarían a la violencia.
Sin embargo, desde la otra vereda el solo hecho de que se plantee la homosexualidad como antinatural y pecado es visto ya como un tipo de violencia, sino física, simbólica, y que dicha postura promovida en la esfera pública contribuiría a un contexto cultural que facilitaría el surgimiento de discriminaciones y violencias diversas.
Considero que independiente de la postura que los evangélicos tengan sobre la homosexualidad, este último punto no debe ser pasado por alto. En Chile nadie es golpeado o discriminado por el solo hecho de ser heterosexual, lo cual no es así en el caso de los homosexuales.
Ahora bien, ¿quiere decir eso que deben los evangélicos cambiar sus creencias religiosas sobre la sexualidad humana? ¿Están obligados a callar en la esfera pública respecto de sus convicciones?
¿Cuál es el criterio rector a seguir para la determinación de qué tipo de opiniones públicas son aceptables y cuáles no, en el entendido de que las opiniones en el ámbito público pueden convertirse también en un tipo de violencia?
Frente a estas preguntas es común leer posturas que indican que toda creencia religiosa debiese circunscribirse al ámbito individual del ser humano, y no entrar en el debate público. Eso es imposible por varias razones.
Una de ellas es porque la delimitación entre lo privado y lo público es desde hace rato (y cada vez más) porosa. Claro ejemplo de ello lo constituye el tránsito desde lo privado a lo público que se observa en las demandas de un tema personalísimo como es la sexualidad, cristalizado en políticas públicas que ampliamente han implementado el enfoque de género.
Por otro lado, siguiendo a Ortega y Gasset las creencias no son algo de lo cual uno pueda desprenderse fácilmente, ¿o se espera de los evangélicos una especie de actitud esquizofrénica en sus intervenciones públicas, con una ética privada de la cual no deben hacer mención ni extrapolar en lo público?
Además, ¿las posturas contrarias no son también creencias, por más que puedan teñirse de cierto tinte científico que les avale, herramienta utilizada por ambos bandos, por cierto?
Considerando entonces la imposibilidad de remitir a lo privado las creencias personales, estamos ante un choque de creencias en la esfera pública, uno de varios: otro ejemplo es el choque entre la cosmovisión mapuche y la occidental dominante en el Estado chileno.
Desde mi punto de vista, resulta imposible evitar el conflicto. Sin embargo, puede haber vías de mitigación. Ayudaría que ciertos grupos evangélicos reconozcan que en sus intervenciones públicas han puesto un énfasis excesivo en la mal llamada agenda valórica que refiere casi exclusivamente a asuntos sexuales, lo que se ha hecho en desmedro de la promoción de la misericordia y la justicia promovida por la Biblia. Artículo de Esteban Quiroz: https://pensamientopentecostal.wordpress.com/2017/01/23/evangelicos-pentecostales-y-homosexualidad-en-busqueda-de-fidelidad-biblica-por-esteban-quiroz/).
En la vereda contraria creo que es necesario reconocer los matices en el discurso evangélico. No creo sea correcto tildar de homofóbico a cualquier grupo que tenga opiniones distintas sobre la sexualidad humana.
Finalmente, creo que debemos avanzar en la construcción de un espíritu republicano en el debate público, en el que, a pesar de que suene contradictorio, se respeten al mismo tiempo la diversidad y la libertad de expresión.
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