Compra de equipos de alto costo en salud, más barato por docena

Durante el inicio de este mes pasó parcialmente inadvertida una noticia esperanzadora. Tras una inédita licitación de más de 2.700 fármacos, alrededor de 6 millones de beneficiarios de Fonasa podrán optar a descuentos reales de hasta un 87% en diversos medicamentos.

Uno de los antihipertensivos más populares del mercado pasará de costar $44.000 a $6.000 para los pacientes del sistema público, alivio más que necesario para enfrentar el elevado gasto de bolsillo existente en nuestro país. 

Una de las cosas más sorprendentes de esta iniciativa es la sencillez conceptual detrás de su realización. No es necesario un complejo análisis económico o el uso de intrincados métodos matemáticos para entender por qué esta licitación logró funcionar. Como bien dice la película, “más barato por docena”.

Cualquier chileno tiene muy claro que si compra un cajón de manzanas al mercado mayorista de Lo Valledor, pagará un precio menor por cada fruta versus si compra sólo una en algún pequeño almacén del sector oriente de la capital, aunque se trate de la misma manzana. 

A la luz de los resultados obtenidos, resulta incomprensible que este tipo de iniciativas ocurran sólo para comprar remedios. Parece no sólo razonable sino urgente, incorporar estas prácticas en la adquisición de equipamiento médico de alto costo, como lo son resonadores magnéticos, escáneres y ecógrafos. Algunos de estos pueden superar fácilmente el millón de dólares por unidad. No obstante, su adquisición se realiza de forma independiente por parte de cada centro hospitalario.

Esto genera una variabilidad abismante en requerimientos técnicos, precios de venta, condiciones de mantenimiento, entre otras variables.

Además de aumentar el gasto de recursos públicos, esta metodología fragmentada se transforma en un factor de inequidad territorial, dificultando que aquellas comunas o ciudades con menor presupuesto o carentes de profesionales idóneos, tengan acceso a estos equipos.

En consecuencia, una compra centralizada “al por mayor”, no sólo permitiría ahorrar una enorme cantidad de dinero sino que también contribuiría a tener ciudades más justas. 

Como suele ser habitual, existen precedentes en otras latitudes. El año 2011, una auditoría al sistema público de salud británico (NHS) encargada por el Parlamento Británico, determinó que la ausencia de un mecanismo centralizado de adquisición de equipamiento de alto costo generaba mayores precios por unidad e impedía que hubiese uniformidad respecto a los criterios técnicos relacionados con las prestaciones correspondientes. Todo esto finalmente afectaba atención de los pacientes.

En Australia, una auditoría el 2015 demostró que los tiempos de espera de su sistema público para tener acceso a una resonancia magnética estaban influenciados por las políticas de adquisición y operación de los equipos de parte de las distintas unidades territoriales. De esta manera, una espera de 98 días estaba separada de una de 2 días por tan sólo 10 kilómetros de distancia. 

Quizás, es hora de aprovechar este impulso del MINSAL y crear una nueva política de adquisición de equipos de alto costo para el sistema público de salud.

Un grupo de trabajo de personas altamente capacitadas que pueda alinear las necesidades objetivas del sistema nacional de salud con las bases de las licitaciones respectivas, velando por obtener mejores precios por parte de los oferentes, mejores condiciones contractuales de mantenimiento y estableciendo uniformidad técnica en el uso de los equipos.

Y por último, aunque no menos importante, una medida de esta naturaleza ayudaría a combatir las malas prácticas que aún persisten en el sistema de licitaciones públicas, al asegurar las competencias técnicas de los involucrados y al disminuir la probabilidad de que intereses particulares contaminen la construcción de las bases y las adjudicaciones posteriores.

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