Este 2024, a diferencia de años anteriores, el fin del otoño y el principio del invierno en Chile han traído bajas temperatura e intensas lluvias, poniendo a prueba la resiliencia de nuestro sistema de salud. En este contexto, en que las inclemencias del tiempo parecen no dar tregua, es fundamental reflexionar sobre tres grandes desafíos:
Ante este escenario, en que los meses más fríos llegaron abruptamente, debemos considerar cómo enfrentar estos problemas de manera efectiva.
En nuestro país, el sistema de salud se prepara para manejar el aumento de la demanda durante el invierno. El 16 de mayo, el Ministerio de Salud inició la campaña "Prevenir antes que lamentar", centrada en la prevención y promoción de medidas de autocuidado para evitar enfermedades respiratorias. En una primera etapa, la campaña se enfoca en la difusión de estas medidas preventivas, mientras que en una segunda etapa se centra en la detección precoz de signos y síntomas en grupos de mayor riesgo y su correcta derivación a la red asistencial.
Sin embargo, a pesar de estas campañas, el aumento de las enfermedades respiratorias persiste, lo que provoca el colapso de los centros hospitalarios y alta demanda en los servicios de urgencia. Durante la semana epidemiológica 24 de 2024, la ocupación de camas críticas para adultos corresponde al 88,2% del total disponible en Chile, según fuentes del Minsal. Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de asegurar la disponibilidad de recursos físicos y humanos, con personal sanitario disponible y capacitado para responder a las necesidades emergentes durante esta temporada. Debemos cuestionar por qué, a pesar de los avances en infraestructura y tecnología, seguimos enfrentando escasez de recursos y personal en los momentos críticos.
Además de las enfermedades respiratorias, el invierno también afecta al sistema de salud con patologías de salud mental, que a menudo se presentan de forma silente debido al contexto en el que surgen. Diversos estudios denominan esto como Trastorno Afectivo Estacional, definido en 1984 por el médico psiquiatra Norman E. Rosenthal, que aumenta durante los meses de invierno debido a la reducción de la luz solar y el aislamiento social. Estos factores contribuyen al estrés, la ansiedad y la depresión, creando un escenario propicio para emociones profundas y nostálgicas. La sociedad debe reconocer estos desafíos e implementar políticas públicas que aseguren apoyo psicológico y emocional, especialmente para las comunidades más vulnerables.
Por otro lado, no podemos entender plenamente los problemas del invierno sin considerar las condiciones sociales e históricas que perpetúan las desigualdades. La situación de las personas en situación de calle y aquellas que viven en condiciones de hacinamiento y pobreza es crítica, ya que son las más afectadas por el invierno. En 2023, se registró un aumento de 15% en el número de personas en situación de calle durante el invierno, según un informe de la Fundación para la Superación de la Pobreza. La falta de acceso a una vivienda adecuada, calefacción y ropa de abrigo pone en riesgo su salud y bienestar. Por ello, se deben reforzar la difusión de políticas públicas como el Plan Protege Calle, que garantiza refugios temporales, alimentación, higiene, abrigo, atención médica y conexión a centros asistenciales.
En conclusión, el crudo y frío invierno en Chile nos presenta desafíos considerables, pero también nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre cómo podemos construir una sociedad más equitativa y solidaria. Al abordar estas cuestiones con una perspectiva integral y centrada en la equidad, podemos mejorar la calidad de vida de todos los chilenos, especialmente de los más vulnerables. Solo mediante un esfuerzo colectivo y comprometido podemos transformar las estructuras que perpetúan la desigualdad y fomentar una verdadera emancipación y empoderamiento social.
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