Las autoridades de gobierno nos han responsabilizado a la ciudadanía de cuidarnos. El gobierno no espera hacerse responsable de las consecuencias. A pesar de estar en un momento muy grave de la pandemia, nadie debe sentirse culpable porque no tiene otra opción que llevar a sus hijos o hijas a la escuela. El gobierno ha sido claro que la asistencia es voluntaria, pero quizás lo plantea porque no se hace responsable del grave contagio comunitario que vivimos.
Por razones diversas y legítimas, muchos padres, madres y apoderados enviarán a sus niños y niñas al colegio esta semana. Quizás, ese colegio o municipalidad planificó en conjunto con toda la comunidad escolar el cómo ofrecerían una educación presencial, en línea o híbrida. Quizás, en esa consulta colaborativa cada persona no solo pudo tomar una decisión informada, sino que además no se sintió bajo la presión social o de la autoridad de que no volver a la escuela era una irresponsabilidad.
Quizás, es un colegio que tiene buena ventilación cruzada en cada sala de clases, y que logra medir la calidad del aire para decidir si evacuar la sala, o abrir más ventanas y puertas. Quizás, en esa escuela los y las profesores fueron entrenados para realizar efectivamente el trabajo en línea y en clase, de modo de ayudar a estudiantes a colaborar con aquellos en sus casas. Quizás, tienen horarios diferidos para evitar aglomeraciones a la entrada y salida. Quizás, las escuelas de esa comuna contrataron personal para apoyar la tarea del profesorado, para así realizar una actividad que tiene nuevas exigencias después de un año duro en que se enseñó de modo virtual o, precariamente, de modo presencial.
Quizás, en ese colegio padres y madres tienen horarios flexibles de trabajo que les permite ir a dejar y buscar a sus hijos en horarios distintos. Quizás, el transporte es individualizado, con distancia física y adecuada ventilación. Quizás, no sea necesario usar el transporte en horario punta, de modo de evitar el contagio cuando se viaja de comuna en comuna para ir al establecimiento educacional.
Quizás, en esa escuela hay amplios espacios abiertos, los baños con agua potable funcionan adecuadamente para permitir una buena higiene tanto del personal como de estudiantes. Quizás, cada estudiante lleva al menos 3 mascarillas porque necesitan ser reemplazadas, ya que se rompen, humedecen, o pierden. Quizás, se educaron todos en el uso correcto de la mascarilla y están usando doble mascarilla como recomiendan los científicos y expertos.
Quizás, en esa escuela están todos los protocolos para que las actividades presenciales ayuden a cada persona y estudiante a sentirse bienvenidas y seguras, donde además planificarán qué hacer si hay un foco de contagio o si la comuna donde reside debe cerrar la escuela.
Quizás, esa escuela tiene un programa psico educacional para que nadie se sienta culpable o sea acusado de crear un foco de contagio y enfermedad. Quizás, tiene un protocolo conocido por todos acerca de qué hacer si se enferma una persona, si se detectan contactos estrechos, o si se reportan contagios en la comunidad escolar -dentro o fuera de este-. Parte de esos protocolos debe incorporar una guía de qué hacer si un miembro de la comunidad escolar fallece para enfrentar el trauma comunitario que ello conlleva. Prepararse bien es asumir el riesgo de modo de evitar lo peor.
El llamado a asistir a la escuela tiene aún demasiadas preguntas sin contestar. Si envía a sus niños o niñas converse acerca del uso de mascarillas. Lo que más importa es entender la importancia de la ventilación y lo imprescindible de la mascarilla bien ajustada. Recordemos que el deseo de volver a cierta normalidad, particularmente en relación con la rutina escolar, no necesariamente implica imaginar que el solo deseo cambia la brutal crisis sanitaria que aún nos aqueja.
Tome las precauciones necesarias. Cuídese.
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