Es el final de la semana más estresante que muchos de nosotros hemos vivido en años o incluso en la vida, pero viene aún más. La incertidumbre ante un posible “tsunami biológico” nos está afectando de una manera sin precedentes. Al igual que una película hollywoodense sobre un desastre, las escenas iniciales son de científicos descubriendo una amenaza, que a través de algunos cálculos, lleva al equipo a quedarse sin dormir durante días trabajando, mientras tratan de convencer a sus jefes, y luego a los políticos, sobre el peligro de un virus agresivo y mortal.
Pronto, algunos de sus colegas en hospitales y clínicas comienzan a desarrollar síntomas. En poco tiempo, una ciudad entera está bajo el control de militar en un bloqueo que dura meses. El mundo recién comienza a prestarles atención, pero ya es tarde. Brotes en muchas ciudades tanto grandes como pequeñas, y los barrios ricos, de aquellos privilegiados que viajan mucho, son el epicentro.
La mayoría de ustedes pueden imaginar la narrativa que se desarrollaría en una película, pero en ella a menudo no sabemos quienes intentan continuar con la vida mientras la catástrofe está en desarrollo.
En el guión genérico de estas películas, un hombre con superpoderes implícitos o demostrados (señal de música dramática, edificante y tranquilizadora poderosa), viene al rescate. Ese es el "sueño americano", ahora exportado a todo el mundo.
Escondidos de esta narrativa están todos los actores secundarios invisibles, que constituyen la respuesta de la comunidad al desastre. Es una respuesta comunitaria que necesitamos en este momento.
Para muchos de nosotros, continuar con nuestra vida y trabajo se convierte en un desafío, no se trata de la lucha heroica que muestra una película.
Para los trabajadores del conocimiento, profesionales de la salud, científicos, maestros y médicos, los que trabajan en un edificio, un aula o laboratorio, la tarea es intentar trabajar de forma remota (nuevamente un privilegio que evidencia la desigualdad en países como Chile), al mismo tiempo, que orientar equipos, estudiantes, colegas y empleados.
La cantidad de información recibida es vertiginosa, por lo tanto, la toma de decisiones estresante. La mayoría de las personas intentan, responsablemente, de reemplazar lo que suelen hacer cotidianamente con actividades y objetivos similares.
La mayoría enfrenta la emergencia asumiendo que es una situación excepcional, que puede ralentizar las cosas, pero que se aliviará y volverá la normalidad a sus vidas.
Esto, mientras otros muchos todavía viven como si se estuviese exagerando, o conscientes, pero sin opciones ya que su trabajo no les permite flexibilidad alguna.
Mientras tanto, los responsables políticos y gobiernos, de poca legitimidad y confianza por parte de la población, luchan por comunicarse durante la crisis de manera coherente, transparente, clara y tranquilizadora pero sus líderes parecen perdidos en la crisis.
El intento inútil de avanzar con los plazos de entrega, y al mismo tiempo agregar las tareas y desafíos que una cuarentena o un bloqueo plantea, como si la crisis no fuera realmente grave, parece psicótica. El crecimiento exponencial del virus continúa.
Algunos de nosotros tenemos miedo y, como los científicos que alertan a sus jefes en la película, nos agotamos.
Es un momento donde aquellos que apelan a la afirmación de la autoridad parecen ser los más perdidos, los menos capaces de afirmar la gravedad de la amenaza y la necesidad de actuar de inmediato.
Cuidar a las personas requiere una evaluación resuelta de lo que realmente se requiere en un período de incertidumbre y peligro. Se requieren liderazgos valientes. Es el momento en que se necesita darse permiso a nosotros mismos para no cumplir con todo; es el momento para cuidarte primero a ti mismo y por consiguiente a los demás.
Este virus nos obliga a repensar las prioridades y a prepararnos para una mayor inestabilidad. No debemos continuar compitiendo como si la situación hubiera permanecido igual, o como si el premio al final de la carrera tuviera algún significado. Debemos respirar y darnos cierta holgura porque vamos a estar en modo de crisis durante mucho tiempo. Estos son los momentos en que necesitamos liderar con cuidado, coraje y amor tanto para nosotros como para los demás.
No podemos seguir haciendo, compitiendo y cumpliendo los objetivos de lo normal.
Este es un aislamiento físico, pero no es social. Seguiremos conectados. Tomarán fuerzas las maneras de hacer comunidad con los medios digitales. Sacaremos lienzos por los balcones de los edificios. Colgaré mis pinturas desde el balcón.
Florecerá una literatura de la cuarentena. Emergerán líderes que son capaces de entender la coyuntura e inspirarnos.
Tendremos científicos que no le tendrán miedo a la gente y traducirán los conocimientos para todos. Y muchos estaremos sin marcar tarjeta, pero atentos y productivos, dando la cara, escuchando y aprendiendo. Nuestros hermanos doctores y enfermeras estarán en la primera línea. Tengo optimismo porque no nos queda otra cosa en esta crisis.
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