De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el uso racional de medicamentos se entiende como la disponibilidad oportuna de fármacos seguros, eficaces y de calidad comprobada, la prescripción correcta de éstos en condiciones de conservación, almacenamiento, dispensación y administración adecuadas, con la mejor relación costo-beneficio. Sin embargo, la misma institución sugiere que más del 50% de los fármacos se prescriben, dispensan o venden de forma inapropiada y la mitad de los pacientes no los toman de la forma correcta, ya sea por la utilización excesiva, insuficiente o indebida.
Las causas de este problema van desde problemas diagnósticos, pasando por dificultades en la comunicación con el paciente al entregar un tratamiento -insuficiente o no entendida por éste-, la falta de seguimiento de los mismos, la disponibilidad de medicamentos sin restricciones, la polifarmacia (el uso de varios medicamentos a la vez), la automedicación y el consumo excesivo de algunos de ellos.
Sus consecuencias también son múltiples, aunque con efectos directos y graves en la salud de la población. Algunas de ellas son las reacciones adversas a los medicamentos, por su uso erróneo o reacciones alérgicas, además de intoxicaciones que pueden generar cuadros agudos complejos y hasta la muerte de un paciente si no se actúa rápida y correctamente.
Sin embargo, y aún más grave, es la resistencia a medicamentos como los antibióticos. Cuando una persona los consume por infecciones virales (gripes, resfríos o, incluso Covid incipiente), sólo está logrando que su organismo y los agentes patógenos generen resistencia, prolongando enfermedades, estancias hospitalarias e infecciones que pueden ser fatales. De hecho, desde la ciencia ya conocemos varias "superbacterias", organismos que se han vuelto resistentes a gran parte o todos los medicamentos disponibles en el mundo.
El problema es de tal magnitud que un estudio de la Comisión Europea y el Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) aseguraba que estas bacterias para 2015 habían matado en Europa al mismo número de personas que la tuberculosis, el sida y gripes juntos, provocando cerca de 3.000 muertes al año en España. Para varios especialistas, esta será la próxima pandemia que enfrentaremos, pudiendo convertirse en la principal causa de muerte para 2050, según la OMS.
En este escenario, el químico farmacéutico tiene un rol clave por sus conocimientos y fácil acceso para la población; este profesional podrá informar y aconsejar a los pacientes sobre los medicamentos o la detección de posibles problemas relacionados con los mismos. Esta orientación ayudará a conseguir el máximo de beneficios y seguridad terapéutica, garantizando la efectividad y seguridad de los tratamientos farmacológicos. Para lograr un uso racional de medicamentos es gravitante la una información clara a los pacientes y el fomento de la educación en materia de medicamentos.
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