En momentos en que la brecha de género se ha vuelto un tema de discusión recurrente en nuestra sociedad, y han proliferado los movimientos que luchan por reivindicar el rol de la mujer, resulta lógico tomar conciencia de la inequidad que existe en los sistemas laborales, pero poco se discute de la inequidad en relación a la asistencia médica.
Los tratamientos hormonales de prevención utilizados en mujeres entre 50 y 60 años, o en los 10 primeros años de menopausia precoz, han mostrado beneficios. En base a la experiencia, podemos afirmar con certeza, que estas terapias modifican favorablemente las patologías del envejecimiento. Esto es lo que se llama internacionalmente “la ventana de oportunidad”.
Los tratamientos hormonales previenen entre otros, el riesgo cardiovascular, la osteoporosis, las enfermedades neurodegenerativas tipo Alzheimer, las patologías del piso pélvico; así como contribuyen a mejorar el pronóstico de la diabetes, de la resistencia a la insulina y de las disfunciones sexuales.
Estos resultados, difundidos por las sociedades científicas a nivel mundial, permiten asegurar una mejor calidad de vida para la mujer enfrentada a una mayor longevidad. Debemos recordar que en Chile la esperanza de vida de la mujer aumentó de 82,2 a 85 años en 2018.
Con estos antecedentes, las políticas públicas en salud deberían hacer énfasis en la prevención y determinar estrategias para los tratamientos hormonales en las mujeres que lo necesitan. La prevención es siempre más barata que el tratamiento de las secuelas.
Pero esto no ocurre en nuestro país. No se capacita al personal, se invierte en la compra de medicamentos que, estando disponibles para su dispensación, quedan rezagados y al vencer son eliminados. Todo esto por una falta de claridad y un déficit en la implementación de los programas.
Es sabido que existen brechas en lo que respecta a los profesionales capacitados para otorgar prescripción y falta de protocolos locales para implementar las orientaciones técnicas.
Esta brecha afecta alrededor del 15% de las mujeres que requieren esta terapia y hoy no la están recibiendo en el sistema público de salud.
Se prevé que, en el año 2020, habrá más de dos millones de mujeres con síndrome climatérico en Chile. De estos datos surge la importancia de promover políticas públicas que aseguren a esta población la entrega de terapia integral.
La experiencia con pacientes de consulta hospitalaria o de policlínico, es que sus mayores preocupaciones, entre los 50 y 60 años, no son la lucha por el poder. Son sus problemas íntimos, de la aparición de síntomas que las hacen vulnerables, que afectan su autoestima y gravitan su temor al futuro. Son mujeres que buscan ayuda en los sistemas médicos a los que pueden consultar, sin libertad de elección.
En las pacientes de consulta privada - de la misma edad - sí es importante el empoderamiento y la necesidad de mantenerse vigentes.
Tienen claro que, sobre todo en la generación anterior, alguna vez se consideró el poder como un atributo masculino, pero que en la actualidad el poder no tiene género.
En este grupo, la mayoría tiene claro el efecto beneficioso de las hormonas y lo busca, pero les cuesta encontrar médicos que comprendan su transición entre la vida adulta y la vejez.
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