La vacunación es uno de los avances más significativos en la salud pública, responsable de salvar millones de vidas, reduciendo así el riesgo de contraer enfermedades. Sin embargo, a pesar de su importancia, en el contexto actual, la vacunación contra la influenza sigue siendo objeto de controversias y desafíos, especialmente en grupos de mayor riesgo como las niñeces y personas mayores.
En un reciente informe, del 22 de mayo de 2024, a menos de un mes para la llegada del próximo invierno, el jefe de Epidemiología del Ministerio de Salud de Chile advirtió sobre el preocupante retraso en la vacunación contra la influenza en personas mayores de 60 años. Aunque la campaña se inició en abril, no es hasta que los medios de comunicación dan la alarma sobre las altas cifras de contagio que se toma conciencia y se apura el proceso.
Dentro de estos números se encuentran el aumento en las tasas de contagio, el colapso de los centros hospitalarios y el reciente fallecimiento de una menor de seis años en el sur de Chile. Esta situación refleja un problema más amplio y complejo que merece una reflexión profunda y una acción decidida.
Uno de los principales obstáculos para la vacunación efectiva es la persistencia de mitos y desinformación. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha trabajado arduamente para desmitificar estas creencias haciendo hincapié en que la vacuna es segura y eficaz. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos, aún existen personas que se niegan a vacunarse, sobre todo quienes se encuentran en las edades de riesgo establecidas por el Ministerio de Salud.
Ahora bien, la responsabilidad de aumentar las tasas de vacunación no recae únicamente en las personas, sino también en la sociedad y el Estado. Es crucial que las políticas públicas se enfoquen en campañas de educación y sensibilización que lleguen a todos los sectores de la población, especialmente a los más vulnerables. Además, debe asegurarse el acceso equitativo e igualitario a las vacunas, eliminando barreras logísticas y económicas que puedan impedir la vacunación, como ocurre con aquellas personas que no están dentro de los grupos de riesgo pero que, según las últimas estadísticas, sí se están contagiando y, por ende, aumentando la virulencia.
Adoptar un enfoque socio-crítico implica reconocer que la desinformación sobre la vacunación no es un problema aislado, sino un síntoma de desigualdades más profundas y estructuras de poder que perpetúan la vulnerabilidad de ciertos grupos. Es necesario empoderar a la comunidad a través de la educación y la participación activa en la toma de decisiones sobre su salud. La vacunación debe ser vista no solo como una medida sanitaria, sino como un derecho social que debe ser garantizado y promovido desde una perspectiva de justicia social.
Otro componente principal es la prevención, siendo éste un pilar fundamental en la salud pública. En el contexto de la influenza, la vacunación es una herramienta clave para prevenir brotes y proteger a los grupos de riesgo. Sin embargo, la prevención va más allá de la vacunación. Incluye también prácticas de higiene, hábitos saludables y la promoción de entornos ventilados, medidas bien instauradas durante la pandemia del SARS-CoV-2 y que deberían seguir siéndolo para otros virus. Estas medidas incluyen la promoción de entornos ventilados, especialmente en espacios con gran afluencia de personas, como transporte público, centros comerciales, centros educativos y laborales.
Una estrategia integral de prevención requiere la colaboración de múltiples actores: Desde el sistema de salud y las instituciones educativas hasta las comunidades y las familias. No se trata solo de cifras y estadísticas; se trata de salvar vidas humanas. Cada persona no vacunada representa un riesgo adicional para la salud pública y una carga potencial para el sistema de salud, además de una oportunidad perdida para prevenir enfermedades graves y salvar vidas. Es necesario que todos, desde los responsables de políticas hasta los ciudadanos comunes, asumamos nuestra responsabilidad en esta lucha.
La vacunación contra la influenza es más que una medida sanitaria; es un acto de solidaridad y responsabilidad colectiva. A medida que enfrentamos retos globales en salud, debemos fortalecer nuestro compromiso con la vacunación y la prevención. La desinformación debe ser combatida con conocimiento y la apatía con acción. Solo así podremos construir una sociedad más saludable y resiliente, capaz de enfrentar los desafíos sanitarios del presente y del futuro.
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