Calama: todo por nada

La ciudad de Calama ostenta desde hace más de cinco décadas el honor de ser el centro de mayor productividad minera del país.

Fue el lugar donde se produjo el primer encuentro cuerpo a cuerpo de la Guerra del Pacífico en la batalla de Topáter el 23 de marzo de 1879 y donde el héroe boliviano Eduardo Abaroa murió defendiendo sus tierras y fue enterrado con los honores militares de nuestras tropas.

Desde los años 80 es el centro de llegada de un cada vez más grande número de turistas de todo el mundo, los que a la vez de visitar las gigantes instalaciones mineras, se desplazan a San Pedro de Atacama y otras localidades de la zona de enorme interés turístico y arqueológico.

Es un oasis inserto en el desierto más seco del mundo y seguramente, es la única ciudad chilena en la que sus habitantes se saben el himno de la ciudad.

Sin embargo, Calama es una de las ciudades más postergadas de Chile.

El hospital público de la ciudad es de clase B, por lo que no tiene especialistas, UTI, ni UCI. Los pacientes graves deben ser derivados a Antofagasta, la ciudad más cercana, y que está a 214 km. de distancia.Cualquier paciente que necesite consultar a un especialista debe trasladarse a Antofagasta y/o Santiago, o esperar la esporádica visita de algún médico especialista.

El aeródromo de la ciudad tiene la más alta frecuencia de vuelos después del Aeropuerto de Santiago. Recibe más de 10 vuelos comerciales diarios, y no tiene mangas de embarque a pesar de que está enclavado en un desierto donde las bajas temperaturas de noche y de madrugada, y los vientos cotidianos hacen insufrible el embarque y desembarque de pasajeros.

Tiene además, una sola correa de retiro de equipaje, lo que transforma en una odisea el retiro de maletas cuando llega más de un vuelo simultáneo a la ciudad, evidenciando la inconsecuencia que significa tener a nuestro haber un destino altamente requerido por el turista internacional, inserto en la cuna de los recursos nacionales y con instalaciones miserables.

A pesar de ser un oasis, la ciudad –inentendiblemente- se ha construido sobre los terrenos fértiles, teniendo todo el desierto a la mano.

Más aún, los pocos terrenos fértiles y aledaños al río Loa que quedaban hasta hace 10 años, han sido utilizados para la construcción de los barrios destinados a la población minera trasladada desde Chuquicamata, contribuyendo a secar el valle.

La cárcel está en pleno centro de la ciudad, a dos cuadras de la plaza de armas, colegios y centro económico y hotelero.

La ciudad ostenta la mayor contaminación de las aguas de los ríos por arsénico y otros químicos. Además recibe las emanaciones de las chimeneas de los procesos de fundición del cobre de Chuquicamata, los que contienen altos niveles de ácido sulfúrico.

A todo lo anterior hay que sumar que las magras actuaciones de los parlamentarios de la zona han hecho poco o nada por disminuir los más altos niveles de alcoholismo, drogadicción, prostitución y delincuencia en la ciudad.

Sobre esto hay que recalcar que los sucesivos ediles tampoco han podido sobreponerse a esta realidad dado los miserables presupuestos que recibe la ciudad en comparación con el enorme aporte que hace al presupuesto de la nación.

Todo lo que se construye se hace en relación a la población originaria de la zona sin considerar la enorme población flotante, que por razones de trabajo, vive y usufructúa de las instalaciones de la ciudad, lo que redunda en que todo se hace chico en Calama.

Toda esta realidad es sabida y sufrida por los calameños, los que ven pasar sus días ante la indiferencia e insensibilidad de los gobiernos y del Estado.

Esto me hace recordar y adecuar esa copla de mi padre, hijo del Sol y de la Pachamama, para cuando los recursos ya no existan: “En el final de mis días, tengo la cuenta muy clara, por mi País lo hice todo, pero por mi no hicieron nada”.

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