En esta ocasión me enfocaré en la situación actual de la sociedad con una anécdota vivida años atrás, cuando participé en Navidad en la calle, iniciativa que quiere conectar a jóvenes universitarios con la realidad de la pobreza y el desamparo de muchos en una fecha especial como es la Navidad. La experiencia fue muy brutal para mí como persona, no por no conocer la pobreza, sino por las historias que me tocó ver y palpar ese año 2000.
El 24 de diciembre de aquel año nos reunimos a las 20:00 horas para luego ir al lugar que se nos había asignado. Visitaríamos un cité, un lugar donde vivían personas solas y en grupo celebraríamos la Navidad. El regalo más importante era apoyarlos con alguna necesidad y compartir con ellos. Esa actividad la realizamos también durante el año, y fue una experiencia acogedora y de aprendizaje que me marcó. Pero existieron otras dos situaciones que me marcaron en lo moral y ético.
A las 2 de la mañana, un auto nuevo frenó frente del cité. De él bajaron cuatro jóvenes y niñas. La mayor nos contó que en Navidad buscaban "pobres" en el auto que le habían regalado por ingresar a la universidad. Otra les entregó una estrella de papel. Luego, cuando las jóvenes emprendieron su marcha buscando "más pobres", hablamos de la situación con las personas del cité. Para ellas, eso era una muestra más del rechazo de un grupo de la sociedad que -con buenas intenciones, pero por vivir lejos de la pobreza- cree que una estrella de papel soluciona la carencia y la soledad.
Cerca de las 4 de la mañana del día 25 emprendimos el regreso. Por las calles que caminamos nos encontramos con un grupo de niños y niñas que se encontraban aspirando neoprén. Habrán tenido entre 8 y 12 años, a lo más. Nos acercamos a ellos y les entregamos algunas cosas, pero no podíamos hacer más: no existían padres o madres que los cuidaran, ni tampoco un Estado que los protegiera. Para ellos era mejor estar en la calle que en el Sename o en sus casas.
De eso han pasado 23 años y aún observo a personas que entregan estrellas de papel para resolver los problemas de la pobreza. Pero también observo que la modernización del Estado se ha convertido en una palabra sin sustancia. Frente a varios procesos de cambio constitucionales infértiles, modernización del Estado estancada, fraudes al fisco de casos de poderosos o de simples estafadores, instituciones con falta de control y un largo etc.
Espero, personalmente, que no perdamos este 2024 que inicia en nuevas estrellas de papel y que la tarea de modernizar el Estado se empiece hacer realidad, para que los recursos y esfuerzos estén con quienes lo necesitan.
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