Si asumimos los principios de la física cuántica, que establece que todo es vibración de energía, resultará coherente sostener el esfuerzo de "vibrar alto" cómo un buen aporte al todo en tiempos de caos.
Los incendios de amplia extensión y afectación de flora, fauna y asentamientos humanos; las inundaciones, sismos, y demás manifestaciones de y en la naturaleza, son experiencias difíciles de integrar, que podrían favorecer reacciones y modos de comportamiento propios de la debilidad y neurosis humanas, basadas en el miedo y egoísmo o individualismo aprendidos desde la cultura dominante. Bajas vibraciones, que en definitiva aportan más a exacerbar la tensión y la desesperanza que a mitigar el dolor.
"No hay mal que por bien no venga" es un dicho propio del saber popular, de gran verdad en este tipo de situaciones. Así como hay quienes sintonizan con el miedo, hay quienes sintonizan con el amor. Solidaridad, apoyo, aportes desinteresados, esfuerzos y actitudes heroicas son posibles de ver por doquier, alimentando la esperanza y fortaleciendo la capacidad de regeneración y recuperación.
Valorar la vida misma, más allá de la pérdidas materiales, y tener la certeza de que "esto también pasará" y que cada desafío nos abre la oportunidad de actualizar potenciales latentes de fuerza y creatividad, es un aprendizaje valiosísimo, que marca para siempre el ser en humanos, con confianza y sentido de trascendencia, permitiendo reconsiderar la jerarquía de necesidades para acceder a la felicidad.
La transformación del paradigma materialista, hacia uno con inclusión efectiva de la dimensión inmaterial/espiritual de la existencia, permite reconocer más finamente lo valioso de la presencia de personas que, por diversas razones, efectivamente son capaces de mostrar caminos virtuosos al lograr mantener un ánimo de vibración elevada, que contagia, que contribuye, que aporta a integrar el dolor focalizándose en avanzar, recuperar y descubrir las soluciones dignas.
Ya habrá tiempo de evaluar con sensatez las circunstancias que han fortalecido o generado los riesgos y daños, y de idear por fin medidas útiles para garantizar verdaderamente su real manejo y el cuidado de todos. Por ahora, la invitación es a sentir la respiración, anclarse al presente, aquietar las pasiones densas y permitir que broten la actitud y manifestaciones más elevadas de nuestro espíritu en consciencia de unidad, que se materialice en actos altruistas basados en el amor, la confianza y la esperanza.
Ecuánimemente habrá de buscar la salida justa frente a quienes resulten responsables de favorecer riesgos y generar daños. Y tan importante como aquello es contemplar la habilitación en meta-competencias humanas que garanticen que la población acceda efectivamente a la experiencia consciente de la Unidad que somos y la responsabilidad que por ello nos cabe en el cuidado del planeta que habitamos y el bien-estar de todos sus reinos.
La nueva era, que paulatinamente se está instalando, aquella en la que la mayoría sintoniza con la vibración altruista del amor, también se abre camino a través de estas experiencia dolorosas que permiten practicar actitudes de entrega y solidaridad superiores en elevación vibratoria.
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