Año a año tenemos una serie de fechas en que sabemos, a ciencia cierta, que existirá una alta congestión vehicular, como principios de marzo, Semana Santa, Fiestas Patrias, entre otras. En marzo, con la entrada a clases de los alumnos, se genera una alta congestión, sobre todo en el período punta mañana, lo que se agudiza con el aumento del número de viajes en automóvil, ya que muchos padres van a dejar extraordinariamente a sus hijos en auto los primeros días.
Este tipo de situaciones son reporteadas ampliamente en los medios de comunicación, con muchos especialistas dando opiniones, pero lo concreto es que es bastante predecible lo que va a suceder.
Sin embargo, año a año hay una diferencia en estos hitos, la congestión es cada vez mayor. La explicación es bastante sencilla; por un lado, la oferta (infraestructura vial) no sufre grandes modificaciones y, por otro lado, la demanda vehicular se incrementa en forma relevante de un año a otro. Como referencia, el parque automotriz nacional ha crecido un 22% en los últimos 5 años.
¿Cuál es la solución? Posiblemente muchos están pensando, “muy sencillo, aumentar la oferta”. Desafortunadamente no es tan fácil, por varias razones.
En primer lugar, la infraestructura es costosa y el Estado tiene muchas necesidades (¿invertimos en calles o en hospitales?); en segundo lugar, a nivel urbano el espacio es acotado; y, en tercer lugar, se ha demostrado que en la medida que se prioriza el transporte privado, se aumenta la demanda de ese modo, es decir, aparecen más autos en las calles.
Países como Estados Unidos, que tienen más recursos y espacio que nosotros, han seguido el camino de hacer crecer la infraestructura, fracasando inexorablemente. De hecho, tienen una de las ciudades más congestionadas del mundo, Los Ángeles.
¿Queremos tratar de controlar la congestión y tener ciudades más amigables? La respuesta obvia es “sí”, pero desafortunadamente requiere de sacrificios, que no todos están dispuestos a hacer.
Dado que el espacio vial es acotado, se deben privilegiar los modos más eficientes, como buses, bicicletas y caminata, y la integración entre ellos.
Además, la experiencia internacional ha demostrado que se debe desincentivar el uso de los vehículos menos eficientes, como el transporte privado.
Esto se ha logrado en otros países a través de la tarificación vial, destacando ciudades como Londres, Estocolmo, Oslo y Singapur, entre otros. En Londres, por ejemplo, se logró una reducción del número de vehículos que ingresaban al perímetro céntrico de 30%, durante los primeros 6 meses de aplicación.
Si seguimos el camino de Estados Unidos, vamos a tener año a año un súper lunes y una súper semana cada vez más intensos, con una calidad de vida de las personas cada vez peor. La solución está a la mano, pero requiere sacrificios.
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