En medio de una inimaginable crisis sanitaria y económica, las organizaciones se han visto forzadas a implementar el teletrabajo y una rápida digitalización, lo cual ha llevado a que la tecnología pase a ser aún más relevante dentro de la estrategia de las compañías.
En este contexto, me gustaría reflexionar brevemente sobre el rol que ha tenido la tecnología en nuestra capacidad de funcionar más eficientemente y generar más valor en los últimos años.
Recuerdo muchas cosas que eran normales en 1996, año en que empecé a trabajar.
Las secretarias comenzaban cada día llamando para “reconfirmar” las reuniones. Uno no iba al aeropuerto sin antes haber “reconfirmado” el pasaje. Trámites como ir al banco a pagar o reclamar cuentas, eran parte de la rutina del día a día de todos.
En aquellos tiempos había muy pocos celulares, y los mensajes en papel y recados eran la principal forma de comunicación.
Había computadores de escritorio, pero no eran muy confiables. Asimismo, algunos avezados ya usaban el email, pero nadie se lo tomaba muy en serio.
En 1996 el ingreso per cápita en Chile era de US$ 8.000 (PPP), y me consta que todos los chilenos trabajamos muchísimo ese año.
De hecho, la economía chilena creció en un asombroso 7,2%, siendo que gastamos una cantidad enorme de horas “reconfirmando” reuniones, haciendo recados en papel, yendo al banco o reiniciando el computador.
Doce años después, en 2008, daba gusto ver como ya todas las agendas estaban sincronizadas, todos teníamos celulares, laptops que no se apagaban, email ya consolidado, acceso a internet por wifi y smartphones. El uso de sistemas de información ERP y la automatización de procesos operativos y de gestión se estaban también masificando.
En aquel año, el ingreso per cápita en Chile era de US$ 16.500 (PPP), y me consta que todos los chilenos no trabajamos más de lo que lo hicimos 12 años antes.
Y si bien hubo mejoras en educación y en infraestructura, es indudable que la incorporación de tecnología tuvo un efecto fundamental para potenciar nuestra capacidad de funcionar mucho más eficientemente en forma colectiva.
Once años después, en 2019, el uso de la tecnología había evolucionado vertiginosamente para permitir coordinarnos y trabajar de manera aún más eficiente.
Ese año, los chilenos teníamos ya más de 10 millones de smartphones, las redes de datos celulares cubrían la mayoría del territorio nacional, muchos servicios y trámites se podían hacer “online” y habían surgido aplicaciones que permitían facilitarnos la vida.
El ingreso per cápita de nuestro país ese año fue de US$ 25.000 (PPP), y me consta que los chilenos no trabajamos más que dos décadas atrás.
Si bien las mejoras en educación e infraestructura continuaron en los últimos 10 años, fue nuestra capacidad de funcionar mucho más eficientemente, a través de la incorporación masiva de tecnología a todo nivel, lo que hizo la gran diferencia.
Y llegamos a este 2020, donde la pandemia nos ha obligado a reinventar, en muchos aspectos, nuestra forma de trabajar y de vivir.
Muchos nos hemos visto obligados a trabajar desde nuestras casas, prácticamente eliminando los tiempos de traslado, siendo disciplinados con los horarios, haciendo nuestras reuniones por video, y teniendo que usar la infraestructura en una forma mucho más eficiente.
Las instituciones y los servicios también se han visto obligados a adoptar la tecnología y simplificar los trámites que ya no pueden ser presenciales.
Estas limitaciones a la proximidad de trabajadores han impulsado una revisión de todos los procesos productivos para incorporar aún más tecnología y automatización, y han llevado a descentralizar la toma de decisiones y empoderar a los equipos.
¿Cuánto mejorará nuestra productividad colectiva a raíz de la pandemia?
¿Qué nuevas oportunidades se abrirán para seguir reinventando la forma en que trabajamos y vivimos?
Tenemos que tener claro que la pandemia del coronavirus pasará y que en la “nueva normalidad” nuestra forma de trabajar y de llevar nuestras vidas, se habrá transformado para siempre.
Por lo tanto, hay duda de que la tecnología habrá tenido nuevamente un rol fundamental para impulsar nuestra capacidad de funcionar más eficientemente y generar más valor como sociedad.
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