Algo cambia para siempre en el mundo cuando nace un libro. Con el, se han creado nuevos sentidos, se ha vuelto al ritual milenario de nombrar las cosas, se ha indagado en otra versión posible de la verdad. Es decir, se ha obrado, otra vez, con una fe ciega en la trasparencia del lenguaje, en la remota factibilidad de que las palabras atrapen el espíritu de las cosas, o por lo menos la sombra de ese espíritu.
Se ha dejado, también, otro testimonio de nuestro paso por la tierra. Se atestigua, no obstante, no nuestra mera existencia, sino, sobre todo, la radicalidad confusa de ese existir: la difícil ecuación entre complejidad y finitud, esa conmovedoraprecariedad atravesada por elparadójico deseo de infinito.
La clave de este suceso milagroso es de raigambre marxista. Hay en ese libro que nace en cualquier libro, de cualquier índole y clase el ineludible vaciamiento de una subjetividad.Eso, que podríamos denominar genéricamente como trabajo, además ostenta otra característica, hace de ese libro un objeto situado, epocal, histórico.
Deleuze y Guattari dicen, en esa misma línea, que todo libro es un agenciamiento.Por ello, no tendría objeto ni sujeto. Un libro subsiste en lógicas vinculares, afirman, relacionales, hipertextuales. Esto es, el libro solo existe gracias al afuera y en el exterior.
No existe un libro, entonces, que no se nutra de su mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, tampoco hay uno que no lo construya, que no lo edifique, que no lo interprete y genere, a partir de esa lectura, un nuevo mundo también.
El caso es que frente a ese suceso feliz me encuentro por estos días. Esta vez no soy el autor, sino el editor, junto a Bernardita Sánchez Laiz, porque nace un nuevo libro, un poemario, en el que ambos nos involucramos por bastantes meses. Es un texto hecho de retazos de otros libros que no se publicaron en su día pero que, a pesar de eso, existieron y marcaron a muchos lectores.
Hablo de En el centro solitario del solitario círculo, de Leonardo Murillo San Martín, que se lanza el miércoles 27 de enero a las 19 horas. El libro se dará a luz en un lugar pertinente: la Casa del Escritor, Almirante Simpson 7.
El sello lo fundé con Bernardita hace varios meses. Le pusimos Luna de Sangre Ediciones en honor al curioso fenómeno climático así denominado, una serie de cuatro eclipses lunares ocurridos desde abril de 2014 a septiembre de 2015.
El 23 de octubre abrimos una convocatoria para que los autores nos hicieran llegar sus manuscritos en todos los géneros, la que se cerró el 23 de diciembre. La respuesta fue inverosímil, llegaron más de 300 textos de Chile y varios países de América Latina.
En las redes sociales la repercusión a esta convocatoria tampoco fue menor. La publicación donde se anunciaba se compartió más de mil veces en Facebook, y el perfil de la editorial llegó a las pocas semanas a la misma cantidad de contactos. En Twitter ocurrió algo similar.
Dado que hablamos de literatura, considero que fue casi un viral, pensando en las cifras modestas de audiencia que de ordinario tienen los acontecimientos culturales.
El motivo, sin deseos de teorizar, debe encontrarse en el número elevado de personas que escribe todo tipo de textos y, en sus antípodas, el número restringido, mínimo, de vías tradicionales (me refiero a libros impresos) que existen para hacer circular dichos trabajos.
Como sea, nos encontramos ad portas del lanzamiento. El hecho nos emociona por la posibilidad de abrir los fuegos con un autor inédito de gran envergadura. Sobre esta publicación, que junto a ser la primera de nuestra editorial es también la primera del poeta, el crítico Pablo Lautaro Yáñez ha señalado.
La poesía de Leonardo Murillo es significativa para un grupo importante de gente desde al menos diez años antes de que se lleve a cabo esta primera publicación. En un contexto en el que las facilidades técnicas y económicas para publicar se conflagran con la proliferación de editoriales independientes, llama la atención que Leonardo, quien fue un animador de la escena cultural en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile durante la segunda mitad de la década del dos mil, no haya publicado antes.
Más significativo aún es que su primer libro sea una antología. Son doce o trece años de producción poética los que desembocan en un texto que muestra el proceso de constitución de una voz que no sé si se ha enterado de que entra en la gran poesía, aquella que logra ejercer el mismo oficio que los lectores de oráculos y videntes varios, mas es evidente que intuye su trascendencia, y lo deja entrever irónicamente en el título del poema Premio Literario Leonardo Murillo.
Este nuevo libro, es de algún modo, un texto que abre una carrera escritural y que, al mismo tiempo, viene a cerrar simbólica y materialmente un proceso creativo de más de una década.
Solo queda pensar que, una vez terminada la escritura, la edición, el diseño de interiores y exteriores, en fin, toda la labor de generar estos bienes culturales llamados libros, recién comienza la segunda parte de este venturoso camino, la relación que se inaugura con los lectores.
Como adelanto para ellos, me atrevo a finalizar con un breve poema incluido en el volumen, a la manera de una celebración anticipada de este luminoso nacimiento.
¿A qué hora sale el pan?
Tener un deseo: llorarle esta pena
cuando esperemos en el paradero,
decir que me hubiera gustado mucho
reírme con ella en las plazas del barrio.
Y sin embargo, son cosas que ocurren
nunca dice nada la silenciosa;
la miro y tampoco le digo nada.
Vuelvo a casa con la bolsa del pan
y mis perros me reciben felices.
Mueven la cola, hacen piruetas, saltan
y llego a pensar que me compadecen
pero siempre huelen las marraquetas.
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