En función de inhibir la declaratoria de nuevos sitios de memoria, el ministerio de las Culturas anunció que ingresó al Parlamento un proyecto de ley de patrimonio que restringe la autonomía del Consejo de Monumentos Nacionales; el mismo Ministerio, quitó recursos para la realización del Festival Internacional de Documentales de Santiago; por otra parte, Banco Estado dejó sin efecto el contrato de publicidad con futuras películas chilenas y así, suman y siguen medidas coercitivas que provienen de la institucionalidad cultural.
El denominado sector cultural ha tenido algunas acciones de resistencia. El año pasado alzó la voz para impedir que un ministro negacionista condujera el ministerio de las Culturas; meses después, un grupo hizo lobby para que no se redujeran los recursos destinados a algunos de los principales centros culturales cofinanciados por el Estado, y hoy, para revertir los despidos de músicos y trabajadores, se encuentran revisando el financiamiento del Teatro Municipal de Santiago.
¿El tema/problema de las culturas y las artes puede simplificarse sólo a la escasez de recursos, obviándose en ese ejercicio reductivo, la eterna desigualdad en el acceso?
A mi modo de ver, el principal problema que tiene el modelo de financiamiento es el carácter mercantil que se instala como vector fundamental, estrategia que dificulta el desarrollo de componentes sociales como la identidad, diversidad, representación, democracia.
En este sentido, hace poco más de un año, el Centro Gabriela Mistral borró el mural del Mono González “saludo a la vida” dedicado a Víctor Jara, por dinero se cubrió el arte y se promocionó una marca deportiva. Hace algunas semanas, la Municipalidad de Santiago, a petición del ministerio de las Culturas, borró el “mural patrimonial” ubicado en el mismo barrio; esta vez se recubrió de pintura blanca.
Con estos dos casos, ilustro cómo el arte urbano es aplastado por el mercado y cómo el Estado, entre sus voluntades, pretende exponerlo como en un logo desechable.
En consecuencia, hoy, con más urgencia que ayer, se necesita que los actores sociales y culturales se coordinen de modo independiente y se propongan responder a interrogantes que interpreten a Chile y sus complejidades, se elaboren preguntas que vayan en la línea de lo que Manuel Antonio Garretón denominó el sustrato cultural de la sociedad, interrogantes que consideren valores, símbolos, creencias y comportamientos, orientados a una discusión ética que permita mirar nutritivamente el pasado, el presente y el futuro.
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