Imaginemos un Chile donde jamás hubiera existido Víctor Jara. Ni Rolando Alarcón, Héctor Pavez ni Patricio Manns. Ni Quilapayún, Illapu, Inti-Illimani ni Los Jaivas. Sin Congreso, Barroco Andino, Los Tres ni Los Bunkers. Tampoco con Manuel García, Gepe, Camila Moreno, Banda Conmoción, Nano Stern ni Francisca Valenzuela.
Nos gusten unos más y otros menos, no podemos negar que son nombres importantes en el último medio siglo de música chilena. Pero todos tienen un elemento en común: no habrían sido lo que son si no hubiera existido Violeta Parra. Y ojo que estoy nombrando solo algunos, si nos ponemos exhaustivos el listado se alarga de manera notable.
Este hecho nos muestra dos facetas. La obra de Violeta Parra es tan notable y superlativa que todo lo importante que se ha hecho tras ella han sido en gran medida comentarios sobre su trabajo. No vamos a hablar mayormente de la calidad del trabajo de la compositora chillaneja, pues se ha dicho y redicho suficiente al respecto por gente que sabe más que uno.
El segundo aspecto es algo más positivo y es que Violeta como persona y su obra tuvieron la rara capacidad de inspirar a otros músicos y generar nuevas creaciones. Eso también es generosidad. Sabido es que hacia el final de su carrera ella asesoró a unos debutantes Quilapayún y otras agrupaciones, y quienes surgieron tras su muerte siguieron iluminados por sus composiciones. Violeta Parra fue una gran explosión, una supernova de la música chilena. Un catalizador que, lamentablemente, no ha vuelto a repetirse pues, salvo raras excepciones, ninguno de los citados al inicio de esta columna ha dejado “herederos”, todos han sido callejones sin salida de la creación.
Podríamos considerar esto como algo negativo, crisis creativa o incapacidad de salir de la sombra de Violeta, su presencia es ineludible. Pero también es positivo, nos muestra que el legado de la compositora es trascendente y ha resistido el paso del tiempo demostrando su capacidad de adaptarse a todo tipo de estilos. Hay versiones de sus temas en clave rock, jazz, foxtrot, acústico, raíz folclórica, orquestado, solista, grupal, y el espíritu de sus canciones sobrevive la mayoría de las veces.
La cantidad de estilos en los que ha sido citada también nos indica otra virtud de su música, es escuchada y admirada tanto por la academia, por intérpretes profesionales, aficionados, así como por la gente de la calle sin mayor conocimiento musical.
Si bien a Violeta se le ha olvidado y ninguneado cada cierto tiempo, estamos seguros que su obra sobrevivirá, ya sea a través de sus canciones originales o las versiones y reversiones que se han hecho y se seguirán haciendo.
Volviendo al listado que abre estas líneas, podemos asegurar que sin Violeta este país habría sido bastante más aburrido.
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