La existencia del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, o Día Internacional de la Mujer, como lo conocemos en Chile, responde a una serie de hechos históricos, que nos obliga a no olvidar la relevancia de la valentía de las mujeres por lograr su emancipación social, económica y política.
Responde a un día en que se destaca la lucha por los derechos de las mujeres, la toma de conciencia social sobre la posición desventajada y despojada de derechos igualitarios respecto de sus pares varones y la carencia de voluntad política por lograr un real reconocimiento de la mujer como sujeto pleno. Esto, incluso mucho antes de su promulgación oficial, proclamada por Clara Zetkin durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en 1910.
Cómo no hacer referencia a las heroínas reales y míticas que, desde Lilith y Lisístrata, destacan en poner sus cuerpos y sus vidas al servicio de nuestros derechos, pese a su invisibilidad, en una historia que las omite.
Sólo por nombrar algunas, recordemos a las mujeres de la Revolución Francesa, quienes marcharon junto a sus pares por sueños de igualdad, fraternidad y libertad, aunque al poco andar tomaran conciencia de que la lucha de clases no contemplaba la lucha de género a la que ellas aspiraban como Olympe de Gouges.
Recordemos a las Sufragistas, a Flora Tristán, Corine Brown, Rosa Luxemburgo y nuestras Elena Caffarena, Marta Vergara, Flora Heredia, Graciela Mandujano, Evangelina Matte, Aída Parada, Olga Poblete, María Ramírez, Eulogia Román, Clara Williams, Amanda Labarca, Julieta Kirkwood, Margarita Pisano, Gabriela Mistral, Violeta Parra, entre otras muchas grandes chilenas que se rebelaron frente al patriarcado.
El sistema patriarcal aún imperante en nuestra sociedad está pensado para lograr estabilidad y orden social basado en el control sexual de la mujer: una manera de asegurar la filiación, otorgar garantías en el manejo económico y de las políticas de herencia de las familias poderosas, entre otras cosas de igual índole.
También se sustenta en el control de la reproducción de la especie humana como base de la estabilidad de una sociedad que se ordena en un sistema económico que necesita de un régimen segregado de clases y géneros para el logro de sus objetivos. Por ello, centra y protege el privilegio heteropatriarcal para el logro de esos fines, centrando el poder político y económico en la figura masculina.
Por lo anterior, no es un día de celebración. Es un día de conmemoración y de alcance político. Es un día que conmemora la lucha por los derechos, un día que conmemora a las luchadoras y a las víctimas de la violencia de género, y nos recuerda que aún queda mucho, pero mucho por lograr.
No es difícil ver cómo en países como Chile tiende a olvidarse o transformarse este día en una celebración banal y replicadora, justamente, del sistema que cuestiona, llenándonos de frases clisé, de flores y chocolates. No es difícil ver cómo se olvida de manera dramática el real sentido que tiene.
Resuenan banalidades como “y ¿por qué no un día de los hombres?”; nos bombardea un comercio teñido de colores rosa. Nos “engalanan”municipios que rifan lavadoras para “sus” mujeres, manicuras o shows con vedettos “para celebrar”.
Nada sobre nuestra condición social, nada sobre la violencia de género que padecemos a diario, nada sobre las dificultades para el logro de paridad política, económica, educacional y social en Chile. Nada sobre los femicidios que nos tienen reducidas a cifras desoladoras pero invisibles, nada sobre la negativa de otorgarnos derechos de autodeterminación sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Esperaría en este día de conmemoración que nuestros gobiernos nos informen sobre los logros y los desafíos pendientes en materias de género.
Esperaría propuestas de leyes y normativas para que estos desafíos sean posibles.
Esperaría puestas al día respecto de las convenciones y acuerdos internacionales a los que adscribimos como país, un informe sobre cuáles serán las nuevas políticas para afrontar la violencia contra las mujeres en todos los niveles donde sea requerida.
Falta mucho por llegar a ello. No nos regalen flores ni nos feliciten, aún no hay mucho por celebrar. Más bien les pedimos más voces de denuncia junto a las nuestras, que eviten replicar las prácticas discriminatorias y violentas a las que estamos todos y todas tan acostumbrados. Al menos, les pedimos no ridiculizar nuestras denuncias ni minimizarlas. Desde su zona de privilegio, marchen junto a nosotras para que algún día este día tenga otro sentido de existencia y conmemoración.
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