Escribo estas líneas en medio de días convulsos en el Wallmapu, y prefiero indicar este territorio en su voz propia y no en la que solemos usar, la Araucanía. Creo que éste debe ser uno de los primeros actos de reconocimiento, lo que equivale a llamar a cada uno por su nombre.
Se habla de violencia rural y de atentados terroristas con mucha facilidad para referirse a lo que ahí ocurre. Tal vez, es de lo que se nos quiere convencer a quienes no vivimos en esos lugares y seguimos los acontecimientos a través los medios de comunicación. Es sencillo cuando la voz la tiene solo un lado, y cuando la interpretación de los hechos puede enconder varias intenciones.
¿Por qué no hablar también de contraviolencia? No es que esté de acuerdo con ella. Como tantos, quisiera que no existiera. Sin embargo, si queremos hablar con la verdad debemos reconocer la inmensa, permanente y cruel violencia que se ha ejercido sobre el Pueblo Nación Mapuche por parte del sistema económico y político que se ha impuesto en la zona.
No solo se ha carecido de una real voluntad de diálogo para avanzar en los innumerables “planes Araucanía” que se han ido sucediendo a través del tiempo, sino que todas las decisiones, aunque enmascaradas de múltiples colores, han sido más bien protectoras de los intereses de los grupos empresariales presentes en la región.
No ha existido ni el deseo ni la voluntad de una verdadera paz para el Wallmapu sino el insistido y manipulado “desarrollo de la zona”.
En este sentido, la militarización es sencillamente poner el pie encima negando la validez de las demandas de la contraparte. Si eso no es violencia, ¿qué es? ¿Cómo vive estas circunstancias un movimiento que lleva años intentando el reconocimiento y la dignidad para su Pueblo Nación?
Por lo tanto, no reduzcamos tan burdamente el conflicto. Si el Estado no solo le ha negado la voz, sino que ha recurrido a la permanente represión, ¿por qué nos va a sorprender que las comunidades mapuche defiendan lo que piensan es su derecho? Podemos no estar de acuerdo en la forma, como lo que ha sucedido con el Estallido de octubre de 2019, pero hay un fondo consistente. Si solo se ha sembrado violencia, no nos escandalicemos de la cosecha.
Insto al gobierno a acoger las demandas de los Prisioneros Políticos Mapuche quienes llevan más de 95 días en huelga de hambre solicitando que sean tratados de acuerdo al Convenio 169 de la OIT, y que es parte de la ley orgánica constitucional del país.
Una actitud más abierta por parte del ministro de Justicia para dialogar con los voceros de los huelguistas puede alzarse como una real posibilidad de comenzar a rehacer las confianzas y labrar la dignidad que pide Wallmapu. Un acto de justicia que clama al cielo.
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