Cae la noche del 09 de noviembre de 1938 y Berlín comienza a arder, una de las ciudades más cultas y prósperas de Europa es invadida por el odio; más de 7.000 negocios judíos saqueados, 1.574 sinagogas incendiadas, decenas de cementerios profanados, 90 muertos en solo una noche y 30.000 inocentes detenidos, de los cuales de muchos no se sabrá nunca más.
Es el comienzo de los años más oscuros en la historia de la humanidad, un día nefasto que quedó grabado para la posterioridad como la “Kristallnacht,” o “Noche de los Cristales Rotos”.
¿Por qué recordar hoy algo que ocurrió hace ya 83 años? Porque la humanidad tiene el imperativo de recordar para no olvidar, ya que solo conociendo el pasado se puede construir un mejor futuro y entender las consecuencias que tiene la propagación de ideologías intolerantes, el fanatismo y el alarmante incremento en nuestros días del odio religioso y la discriminación a nivel global.
Nueva Zelanda 2019, dos cruentos ataques contra las mezquitas de Christchurch. Estados Unidos 2019, ataque terrorista contra la Sinagoga de Pittsbutg. Chile 2020, dos iglesias centenarias incendiadas. Francia 2020, ataques armados contra una Iglesia en Niza. Austria 2020, tiroteo en diversos puntos de Viena, ejemplos de cómo el odio infundado puede tener consecuencias letales.
Al conmemorar los 80 años de la Noche de los Cristales Rotos, la canciller alemana Angela Merkel, lo dijo claramente “todos sabemos que los nacionalismos conducen a la guerra”. Por eso hoy es un imperativo respaldar la libertad y la multiculturalidad, la multiplicidad de pensamientos, acoger las diferencias, generar espacios de diálogo e inclusión.
Cuando no se acepta el derecho a ser diferente, cuando estos incidentes ocurren, cuando los “cristales” se rompen, sino se actúa a tiempo, con firmeza, lo que viene es sangre y lágrimas.
Finalmente fue el silencio del mundo ante el incendio de las sinagogas alemanas lo que dio la señal de luz verde para el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Hoy el silencio frente al odio no está permitido y debemos levantar nuestra voz de alerta.
El desafío es construir sociedades democráticamente más robustas, con altos estándares de sanciones éticas y legales contra la discriminación e intolerancia de todo tipo, ya sea racial, religiosa, étnica, sexual, pensamiento político u otro.
Finalmente, 83 años después los desafíos de la humanidad siguen siendo los mismos y también son cercanos a nuestra realidad nacional.
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