Cada cierto tiempo, el movimiento migratorio se torna de interés para la opinión pública. En los últimos días, el fenómeno ha mostrado distintos ángulos, algunos de ellos lamentablemente han mostrado aires de xenofobia y otros parecen ser sólo una estrategia electoral, lejos de ser un aporte.
Y es que éste es un asunto que va más allá del discurso - inclusivo o excluyente - porque es una realidad. El discurso se divide en trincheras, la realidad es una sola y la misma, independiente del signo político del gobierno de turno.
Se cuestiona la real la voluntad política, motor que muchos esperan de las autoridades para insistir y sacar adelante la respuesta a una demanda específica. En este punto, el Estado ha recogido el guante y trabaja para ello. Los chilenos ¿lo hemos hecho?
En eso se ha centrado el trabajo de la instancia que integro como parte de la Mesa directiva del Parlatino, donde se empuja un marco de ley común tanto para Latinoamérica como Europa y es que es un tema global, no local.
Mirarse el ombligo en este ámbito, sólo demuestra que no hemos entendido que estamos viviendo en una sociedad globalizada. Y para Chile esto es importante porque vamos a discutir el proyecto que el Ejecutivo prepara respecto a establecer y garantizar los derechos de los migrantes, en cuanto a educación, acceso a salud y vivienda, por ejemplo.
Esta misma cobertura devela la naturaleza del tipo de política pública pertinente: una transversal, no sólo respecto a seguridad pública, como algunos han buscado enfocar la migración, insistiendo en que es una problemática.
La OEA ha indicado que en el último tiempo, la migración en América ha tenido un crecimiento anual de un 5%. Por cierto que hace falta ahondar en el rol del Estado, en la necesidad de una política de migraciones moderna que Chile no tiene, que se está esperando y formulando hace tiempo, eso también es una realidad.
Pero este no es un asunto que sólo se trate desde la institucionalidad. En la solución también está que nuestro país entregue señales del nuevo Chile que existe, con la necesaria integración de migrantes.
Ya se dio un paso básico al establecer que tendrán prioridad para regularización los niños y niñas hijos de personas que hayan sufrido el tráfico de personas, independiente de la situación de sus padres.
Pero la solidaridad sigue en deuda. Los chilenos seguimos considerando mayoritariamente que la migración es mala o indeseable, según los estudios de opinión.
Hay candidatos que han transformado este punto de vista en un slogan de campaña que da dividendos fáciles e inmediatos, y sigue latente la pregunta de si los migrantes se merecen la falta de empatía, de solidaridad y de humanidad que muchas veces nos pesa a los seres humanos.
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