El 25 de noviembre las mujeres del mundo y de Chile conmemoramos el Día de la No Violencia contra la Mujer, que recuerda el martirio de las hermanas Mirabal que sufrieron violación, tortura y finalmente asesinato bajo la dictadura de Leonidas Trujillo en República Dominicana en 1960.
Su heroica lucha contra la dictadura, que inició la rebelión total del pueblo, quedó registrada en la película “En el tiempo de las mariposas” (2002), con la mexicana Salma Hayek interpretando a una de las dos más valientes hermanas Mirabal - Minerva y María Teresa -, que suelen reproducir en la televisión de pago.
Es interesante que las mártires que honramos en este día de la No Violencia contra la Mujer no tiene que ver con una “violencia de género” puntual, sino con la lucha de dos mujeres contra una dictadura que las asfixiaba no sólo a ellas, sino a todo un pueblo durante los 30 años que duró la dictadura de Trujillo en el país centroamericano.
Un hito más en la historia del generoso y valiente rol que han jugado y siguen jugando las mujeres por una sociedad libre y solidaria, tal como hicieron tantas organizaciones de mujeres aquí en Chile que lideraron las luchas contra la dictadura de Pinochet, como “Mujeres por la Vida” o la “Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos”.
Las consecuencias para estas luchadoras son conocidas y repudiadas: cárcel o desaparición forzada con resultado de muerte, donde la tortura y la violación eran un infaltable.
Después del asesinato, la violación es la agresión más repudiable pues se violenta el ser más íntimo de la mujer, no sólo en la parte carnal sino también espiritual. Se la minusvalora reduciéndola a “objeto de deseo” sin considerar que la mayoría de las mujeres repudia el sexo sin amor.
No podemos separar cuerpo de alma. Esto sólo ocurre en la prostitución, donde, si bien algunas pueden estar allí por placer, la mayoría comenzó por ancestrales razones de postergación social, miseria y desesperación.
Generalmente la violación viene precedida por agresiones físicas o sicológicas. Se la ejerce en todos los ámbitos y niveles sociales por efecto de una cultura machista que determinó la superioridad de un sexo sobre otro.
Por más que hemos avanzado en conciencia de igualdad bajo el gobierno de Michelle Bachelet, queda mucho por hacer. Por lo pronto, ya se habla de “femicidio”, palabra que hasta hace diez años, causaba risa en la cultura machista. Hasta la fecha, durante este año van 38 femicidios reconocidos oficialmente. Pero no hay número que cuantifique las agresiones de otro tipo de violencia, que desde hace apenas un cuarto de siglo se reconoce como una pandemia.
Estos ataques del hombre contra la mujer al mirarla como su inferior van desde la descalificación de sus habilidades, hasta la violación en la guerra (y hasta ¡en los conventos!)... para terminar en femicidio.
No sin antes pasar por múltiples otras formas de agresión como la lapidación o la mutilación genital en algunos países, y en el nuestro, en el acoso callejero, maltrato en los servicios públicos y en la justicia, en los establecimientos de estudio, en la feminización de la pobreza, en la maternidad forzada, en salarios menores en iguales puestos de trabajo…
Bajo los dos gobiernos de nuestra primera Presidenta hemos logrado protección social para la mujer desde la niñez hasta la vejez. En el primer período, creó una pensión para las dueñas de casa y el aumento de las salas cunas para que la mujer jefa de hogar (que son mayoría en los sectores de menores recursos) pueda salir a trabajar fuera de casa. También favoreció la disminución de involuntarias madres adolescentes con la Píldora del Día Después.
En el segundo, facilitó su entrada al mundo político con la Ley de Cuotas, que permitió que en las recientes elecciones aumenten las senadoras de 6 a 10 (aumento de un 23,2 %) y las diputadas, de 19 a 37 (23,9 %). En ese espacio, el mundo de las decisiones vitales para un país, que hasta 1949 le estaba vetado, hoy podrá defender sus intereses de género para continuar disminuyendo la brecha de desigualdad que todavía existe entre ambos sexos.
Pero falta avanzar en materia de protección contra las agresiones físicas o sicológicas. Por ejemplo, perfeccionar la legislación que impedirá que el maltrato permanente de un hombre hacia la que cree su propiedad, su mujer, llegue al femicidio.
Hoy en día, las mujeres que lo sufren demoran 7 años en denunciarlo a la policía por múltiples razones: por su dependencia económica del hombre y la responsabilidad ante los hijos; por vergüenza de ser mirada como inferior; porque la legislación actual que la protege con casas de acogida insuficientes y órdenes judiciales de alejamiento del maltratador que no se cumplen por falta de fiscalización.
Como también, porque la justicia sigue fallándole, al dejar impunes estos delitos o rebajar la pena como en el caso del femicidio frustrado de Nabila Riffo, a quien su pareja le sacó los ojos antes de asestarle los últimos golpes con intención de matarla.
Nos sumamos a la red latinoamericana de “¡Ni una menos!”, que comenzó a raíz de la desaparición, violación, mutilación y asesinato de tantas mujeres, obreras de fábricas, en Ciudad Juárez, México y que se ha extendido por nuestro continente. No queremos más violencia.
Y si queremos que la protección a la mujer contra estas agresiones crezca, ya sabemos, el próximo 17 de diciembre tenemos que elegir al candidato a Presidente que promete continuar la senda ya trazada por nuestra primera Presidenta mujer.
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