En la mitad del año, el Informe de Política Monetaria (IPoM) hace una fuerte corrección al alza en el crecimiento de este año, en contraste con correcciones a la baja en los dos años que vienen. Pero, además, proyectó una caída del PIB tendencial para los próximos 10 años, lo que muestra un deterioro de la capacidad productiva de la economía, incluso sin considerar en estos cálculos los efectos negativos que dejará la pandemia y lo que resulte del nuevo contexto político en que estamos ya sumergidos.
Las cifras de crecimiento que comenzamos a ver este año y que se entregan con titulares sorprendentes reflejan, según el Informe, el efecto favorable de un mejor escenario externo y que la economía local se ha adaptado bien a las condiciones más restrictivas que impone la pandemia. Y reflejan, en gran medida, el efecto de un fuerte impulso al consumo basado en bajas tasas de interés, en las ayudas fiscales que se contabilizan globalmente en miles de millones de dólares (que estaban disponibles por ahorros de años anteriores y por mayor capacidad de endeudamiento externo) y en los retiros de fondos previsionales.
Un dato ilustrativo es que, en el primer trimestre, el gasto en bienes durables (automóviles y artículos tecnológicos) creció en 50% y seguirá mostrando aumentos cuando aparezcan las cifras de abril y mayo. En otras palabras, parte importante de los recursos disponibles se han ido a consumo de artículos que no necesariamente son de primera necesidad. Es notorio que una parte importante de la población está necesitada de ingresos, aunque también lo es que una parte ha aprovechado estos recursos para gastarlos en aumentar su sensación de bienestar. Se suma a esto lo que el Banco Central decía en marzo: Que el 60% de los dos primeros retiros de fondos de pensiones estaba depositado en cuentas corriente y de ahorro.
Sin embargo, todo esto anticipa un futuro no tan auspicioso, partiendo porque se proyecta un aumento de la inflación y que, para frenarla y evitar que se convierta en un golpe adicional de la crisis a los sectores más vulnerables de la población, el Banco Central empezó a anunciar en distintos tonos y lenguajes que habrá un aumento gradual de la tasa de interés.
Viene, entonces, el aterrizaje a una realidad probablemente más cruda: La de empezar a calibrar el nivel de destrucción económica producido por las necesarias restricciones que impuso la pandemia, en su esfuerzo de evitar pérdidas de vidas superiores a las decenas de miles que ya se han producido y los efectos que está teniendo sobre la inversión el elevado nivel de incertidumbre imperante en la economía chilena.
Tarde o temprano, esas restricciones se levantarán y la normalidad sanitaria obligará a terminar con las ayudas, justo cuando se esté decidiendo un nuevo gobierno y cuando se esté en plena discusión de la estructura institucional y política que propondrá la Convención Constituyente.
Las proyecciones de actividad económica para el próximo año ya no son tan auspiciosas. Apenas entre 2% y 3% para 2022 y entre 1,75% y 2,75% para 2023, bajo el supuesto de que la trayectoria del consumo se normalizará, considerando que estarán ausentes las medidas generales de apoyo; que la inversión no será fuerte y que el Fisco tendrá que volver a focalizar las ayudas, hacer un esfuerzo por recuperar los ahorros gastados y gestionar formas de incrementar sus ingresos, para converger a una trayectoria sostenible de la deuda pública.
Ese esfuerzo tendrá que realizarse mientras se discute cómo aumentar los beneficios sociales en salud, vivienda, educación y pensiones manteniendo el criterio de responsabilidad fiscal, es decir, que los gastos permanentes sean financiados con ingresos permanentes (impuestos o un nivel sostenible de endeudamiento).
Y llegamos al dilema principal del futuro. De dónde saldrán los recursos para financiar ese mayor gasto fiscal permanente. ¿Deuda? ¿Mayores ingresos? El desafío estará en buscar el equilibrio entre formas de financiar estos gastos, con una reforma tributaria que permita llegar al nivel de recursos que se busca obtener y un endeudamiento posible de sostener en el tiempo, procurando a la vez reponer los ahorros para enfrentar futuras crisis.
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