¿Por qué importa el crecimiento?

No parece casualidad que, recién asumido su cargo, el nuevo ministro de Hacienda sostuviera que “el sello de su gestión es el crecimiento económico”, dada su importancia y efecto sobre las  metas  políticas, económicas, sociales, culturales, en un proceso integral de desarrollo que lo trasciende,  pero que al mismo tiempo lo incorpora como una condición necesaria, aunque no suficiente.

1) Crecer con rapidez es un objetivo per se; aumentar en el tiempo el PIB implica que la masa de bienes y servicios disponibles contribuirá a satisfacer las necesidades de la población. Con este incremento, podrá aumentar el consumo de los bienes y servicios que se requieren. Ello va desde la alimentación, la salud,  la educación, la vivienda hasta la cultura. Este efecto ocurre incluso en casos donde los frutos de la expansión no se distribuyen equitativamente. La relevancia que posee el crecimiento en una sociedad como la chilena es obvia, pues, pese al enorme desarrollo material de las últimas tres décadas, cerca del 15% de la población permanece en el pobreza.

2) Otro de los efectos positivos está en la relación directa entre crecimiento y empleo, desde el momento que la expansión genera la ocupación de más factores productivos, entre ellos mano de obra. Incluso más, si le creemos a la llamada ley de Okun, veremos que la sola mantención del porcentaje del empleo existente en una economía, supone que el producto crezca anualmente al menos un par de puntos.  Además, al incrementarse la demanda por trabajo,  no solo se generan ingresos para los ayer desempleados, sino que también aumenta el poder de negociación del conjunto de los asalariados, con lo cual sus remuneraciones crecerán, mejorando las condiciones de vida de los trabajadores. Lo propio ocurriría con los pagos a los otros factores productivos, entre ellos los empresarios y los dueños del capital y los propietarios de tecnología.

3) La contrapartida del incremento del PIB es el aumento del ingreso nacional y, por consiguiente, una mayor recaudación tributaria, a través de incrementos del IVA, posibilitado por aumentos en el consumo de bienes y servicios, de los impuestos a los ingresos y de algunos tributos específicos.

El fin primordial de la Reforma Tributaria fue la mayor recaudación que se obtendría con los mayores impuestos, los cuales permitirían financiar los programas sociales del Gobierno. El otro objetivo era mejorar la equidad, desde el momento que la carga impositiva se concentraría en los sectores de más altos ingresos. Si bien es claro que la Reforma tenía este objetivo redistributivo, la experiencia indica que el mejor elemento para reducir la desigualdad ocurre mediante el gasto fiscal ejecutado a través de programas sociales que favorecen a los segmentos de menores ingresos. Por lo tanto, sin crecimiento se limita fuertemente la posibilidad de reducir la desigualdad y de proveer bienes públicos sanamente financiados.

A lo anterior se suma la posibilidad  de que el Gobierno cuente con mayores recursos para financiar la inversión pública, que contribuye a un crecimiento permanente.

4) Si bien la Reforma Tributaria puede tener efectos negativos sobre la inversión privada, difíciles de cuantificar y, por lo tanto, que puede afectar el crecimiento, se debe considerar que en la medida que se reduzca la desigualdad y los abusos generados por la evasión y la elusión tributaria, la reducción de la tensión social generada por la injusticia social  tendría un efecto positivo sobre el crecimiento, especialmente de largo plazo.

Además, debe señalarse que la inversión privada depende de numerosos factores, entre los cuales las ventajas tributarias no es el más importante. Conviene indicar que el impulso de políticas redistributivas en marcos democráticos supone tratar de reducir el riesgo de que el proceso político y social caiga en juegos de suma cero. Obviamente, es mucho más fácil distribuir y redistribuir cuando la economía crece que cuando ella está estancada, pues la polarización política y social es menor y la pugna distributiva menos conflictual.

5) Agregamos que en cuadros de desconfianza en actores e instituciones, performances mediocres en lo económico coadyuvan a eventuales desencadenamientos de crisis sociales que generan círculos viciosos, pues ellos retroalimentan las desconfianzas y la amenaza de desestabilización institucional.

Resulta evidente que el desarrollo material ha sido una de las fuentes principales de la legitimación por resultado o rendimiento de las instituciones democráticas durante los últimos setenta años, pues en las sociedades contemporáneas el aumento de bienes y servicios es socialmente valorado y, viceversa, el estancamiento del consumo es motivo de frustración creciente, susceptible de derivar en crisis sociales y políticas. No parece casualidad que  en otros países de la región la tolerancia frente a cuadros de corrupción sistémica haya terminado junto con la ralentización del crecimiento de la economía.

6) El crecimiento económico tiene efectos positivos sobre la incorporación de tecnologías modernas y en general la innovación, elementos indispensables para un progreso sostenido, ya que es evidente que el crecimiento de largo plazo se sostiene en el cambio tecnológico.

Adicionalmente, en procesos de crecimiento permanente, se genera un clima general que estimula no solo el ánimo y el esfuerzo empresarial y la inversión, sino los incentivos por mejorar la capacitación laboral y los estudios especializados, sobre todo en el nivel superior.  Conviene destacar que el crecimiento económico y el avance tecnológico son variables que se van apoyando e interrelacionando en el tiempo, porque poseen efectos recíprocos que son más complejos que una mera acción de causa-efecto.

Es así porque el crecimiento productivo genera un ambiente propicio para que se desarrollen estímulos que fomentan la creación científica y la introducción de innovaciones. Al mismo tiempo, en la medida que los avances tecnológicos estén disponibles para impulsar nuevas inversiones, se reforzará un crecimiento sostenido en la producción.

7) Aunque la relación entre el crecimiento económico y la protección del medio ambiente no permite sacar conclusiones simples, se ha destacado que el aumento per cápita de la renta y el nivel de la educación conllevan la aparición y fortalecimiento de demandas políticas “posmaterialistas” crecientes –sobre todo en los grupos medios y medios altos-, entre las cuales la preocupación por el medio ambiente es significativa.

Ello parece como obvio, pues una vez que las necesidades básicas están satisfechas, viene la preocupación por la calidad de vida y el rechazo a estilos predatorios de desarrollo. Además, el crecimiento económico produce y/o expresa algunos cambios estructurales entre los cuales se encuentran la pérdida de peso de la industrialización y el avance de la economía de servicios.

El crecimiento también posibilita el desarrollo de la investigación y el financiamiento de tecnologías limpias -que permiten prevenir y reparar daños-,  además de dotar a la sociedad y al Estado de los recursos financieros para descontaminar, incluyendo el otorgamiento de subsidios “verdes”. De esta forma, la preservación del medio ambiente encontraría en el crecimiento un factor básico para tener éxito, aunque sería solo condición necesaria y no suficiente pues, evidentemente, sin voluntad política de atender a la sustentabilidad lo más probable es que el desarrollo material tenga efectos costosos para el medio ambiente.

Destacamos finalmente, que el crecimiento sostenido es un elemento clave para reforzar virtuosamente la imagen internacional de un país, con todos los elementos favorables que ello trae consigo en materias de inversión, de acceso al financiamiento externo y su costo -al reducir el riesgo país- y de los niveles de comercio, especialmente si se trata de un fenómeno persistente.

Co autor del artículo es nuestro columnista, abogado, Eduardo Saffirio.

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