Sabemos que la educación, como todo proceso social, debe caminar hacia mayores grados de igualdad, un mejor desarrollo de aprendizajes logrado en armonía e integración. Creemos que la educación de hoy es más equitativa que la de hace 30 años y esa es mejor que la de hace un siglo atrás, sin embargo, estamos lejos de tener la educación que nuestros niños y niñas necesitan. En este proceso, además, se ha incorporado una mayor diversidad de disciplinas, la educación no es un reducto de pedagogos, se va diversificando y enriqueciendo con el aporte de psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos, entre muchos otros profesionales.
En vista de la mejora educativa, y por esta razón, es que se ha operacionalizado diversos incentivos, reconocimientos y asignaciones para ir logrando este avance cualitativo atendiendo las necesidades que se nos presenta como profesionales educadores. Entre estos podríamos mencionar el impacto salarial de la carrera docente, la que el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP) define como "un recorrido de desarrollo profesional que busca reconocer la experiencia, competencias y conocimientos alcanzados por los profesionales de la educación, incentivando la mejora permanente". También encontramos el BRP, la bonificación del reconocimiento profesional, una asignación por concentración de alumnos prioritarios o la de excelencia académica.
Lo que desprendemos de esto es el foco de las asignaciones en el aprendizaje como meta única (olvidándonos de la convivencia y del bienestar emocional), el aumento en bonos (que se adosan como adornos de árbol de pascua) y no del valor hora de trabajo, no la jornada del educador en sí. Además, este reconocimiento sólo se dirige a docentes, dejando fuera el aporte de otros profesionales, técnicos y trabajadores. Sabemos que la educación y lo que esto implica en la sociedad no sólo está la figura del profesor y profesora, que ciertamente es la fundamental, también están los asistentes de la educación (que) "son colaboradores vitales para el buen funcionamiento de una escuela..." (Unesco, 2015).
Como hemos mencionado, dentro de estos profesionales no docentes podemos encontrar a los psicólogos, cuyo aporte en la educación no ha sido del todo percibido, a veces hemos visto invisibilizado nuestro rol e importancia. Un sinnúmero de líneas de trabajo, que muchas veces se traduce en el apoyo o asistencia en la función hacia el psicodiagnóstico, la atención (a veces clínica) de casos individuales, dirigiendo el cuidado hacia un estudiante, limitando el campo de acción, lo que no resuena en impacto a la comunidad escolar, marginando el trabajo a factores individuales e intrapsíquicos y no abordando desde la prevención, la orientación, ni las acciones en pro de la mejora del clima escolar para el progreso del aprendizaje, el trabajo colaborativo, fortalezas del apego, el desarrollo del liderazgo estudiantil, entre otros.
Quizás, y por el contexto que estamos viviendo, el grado de afectación psicológica de la población infantil y juvenil que en nuestro país es particularmente elevada (columna de opinión del 9 de marzo), debemos sumar psicólogos clínicos a los colegios, para la contención de salud mental y no confundir las especialidades de estos, todo en miras de entregar lo mejor a nuestros estudiantes desde lo individual a lo general.
Recordando que la variable que más explica el aprendizaje es el clima del aula, Juan Casassus (2006) plantea que el aprendizaje pasa por la emoción, es inevitable "...la educación resulta de las relaciones que se dan a partir de las interacciones entre profesores y alumnos, y las relaciones son por definición emocionales". Y es acá donde debemos trabajar en conjunto, docentes y psicólogos, como una dupla indisoluble, en búsqueda del confort para el aprendizaje con transcendencia, con vínculo afectivo, entregando un ambiente sano para el desarrollo de las emociones. Con esta disposición y enfoque educativo podemos llegar a una educación no sólo avocada en la meta edumétrica para pruebas estandarizadas, si no, lo más importante, orientada en el desarrollo global de nuestros niños y niñas.
La invitación que puedo hacer desde el rol, es que miremos, regularicemos, acompañemos y definamos el perfil del psicólogo educacional (desde la práctica). Profesionalmente no contamos con algún marco legal que acompañe el desempeño ni tampoco que lo regule. Es importante que podamos contar con una carrera de desarrollo profesional integral (para los pedagogos y otros profesionales educadores) que se pueda medir en el impacto en la asistencia, en el clima de clases, en el trabajo con la comunidad, en la felicidad de los y las estudiantes. La educación no es responsabilidad sólo del docente, es un compromiso de la sociedad que va mucho más allá de los pedagogos. Estamos sobre exigiendo a nuestros profesores sin darnos cuenta de que fortaleciendo, en conjunto, con el trabajo de nuestros profesionales no docentes, puede ser la acción de mejora que necesitamos.
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