Es posible sostener que la reforma educacional es una reforma inconclusa, porque aún está en implementación en muchas de sus esferas. Por ejemplo, recién en las regiones de Tarapacá, Coquimbo, O´Higgins y Los Lagos hay unos 9 establecimientos -que sólo imparten enseñanza media técnico profesional- en que ha egresado la primera generación de estudiantes ingresados por el Sistema de Admisión Escolar (SAE), en tanto en el resto del país y para otras modalidades educativas habrá que esperar varios años, o inclusive decenios.
Por su parte, los Servicios Locales de Educación Pública se instalan de acuerdo a lo programado, no sin dificultades administrativas, pero sólo ha iniciado su funcionamiento un octavo de ellos. Asimismo, el número de establecimientos subvencionados que continúa con copago se ha reducido, pero 17% de los escolares continúa afecto a ese sistema.
En relación al mejoramiento de la profesión docente, las escuelas de pedagogía deben acreditarse, pero los plazos para dicho proceso se han postergado, igual como se han relajado los requisitos para ingresar a estudiar pedagogía, y se ha legislado dificultando los procesos de perfeccionamiento y la acreditación de dichos procesos sigue siendo compleja.
Todo esto ocurre sabiendo que los cambios estructurales deben ser graduales, y más en educación donde desde que se modifica el proceso de formación de los docentes hasta el momento en que ello empieza a generar resultados efectivos pasa al menos un lustro, si no es que dos.
Pero también se puede afirmar que es una reforma inconclusa porque es necesario introducir cambios pedagógicos y de ambiente escolar que se adecúen a los cambios en la sociedad, y a la sociedad del conocimiento en particular.
El conocimiento humano avanza a una velocidad nunca antes vista, y estamos ad portas que se genere a una velocidad aún mayor desafiando la pedagogía ya los pedagogos. Pero la pedagogía también se renueva, por ejemplo, como propone el BID, con la "clase al revés" en que se separa el proceso de búsqueda de información y conocimiento del trabajo en aula, y los estudiantes ven videos en casa y en el aula realizan tareas en grupo. O como está ocurriendo en las escuelas más avanzadas, se transforma el espacio físico de las aulas para facilitar esos trabajos de intercambio.
En este tiempo de pandemia, incertidumbres y violencia es necesario que el sistema escolar sea un espacio de encuentro y socialización, que se ha ido perdiendo. Para facilitarlo es necesario ese cambio pedagógico, pero debe complementarse con otro de igual importancia, especialmente en la enseñanza primaria, la escuela debe dar certezas y seguridades. Por eso es necesario retomar la continuidad de lo presencial. Esta se reforzaría si el profesor o profesora jefe recibe todos los días a sus estudiantes y comparte con ellos la primera hora del día.
No es posible recuperar todo lo perdido en educación, pero se puede realizar una inversión para que, aprovechando las nuevas tecnologías, permita a todos los estudiantes acceder a un sistema en línea de apoyo al aprendizaje que puede utilizarse mediante un teléfono celular o una tablet, a un costo reducido. Si ese trabajo se refuerza con la fusión de aulas y con un segundo docente o un estudiante en práctica de apoyo a la tarea del docente, se puede recuperar más en tiempo y calidad de vida de las niñas, niños y adolescentes.
El Presidente electo ha señalado que atender la situación de los estudiantes afectados por la pandemia debe ser una prioridad. Una prioridad es poner en primer lugar o en un lugar de privilegio una tarea, en términos de trabajo y de recursos, y si estos no alcanzan para cubrir todo, si algo es prioritario se financia, postergando otras demandas.
Es necesario que como sociedad respaldemos está priorización que hace el Presidente electo, eso sería hacer lo que falta de la reforma educacional.
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