Eduardo Galeano falleció en el 2015, se le había diagnosticado un cáncer de pulmón algún tiempo atrás. Se le considera uno de los escritores más influyentes de habla hispana, por su forma de escribir desde la mirada invisible de América Latina, desde lo que no se ve, de lo que no se dice, desde las "venas abiertas", desde las noches tristes, de la memoria de los vencidos, de la memoria colectiva, desde "la memoria del fuego".
Siempre a partir de la mirada mágica del continente habitado desde hace mucho, conquistado desde hace poco. De la tierra llena de historias, de seres que como llamas se ven desde las alturas. América Latina, es el disfrute de escasos y el sueño de tantos, y dentro de estos últimos están "los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada". Los que llegan a la escuela sin desayuno, los de manos rojas por el frío, los que hacen la clases y los que la reciben, los despojados, aquellos que es más fácil olvidar que considerar, ahí están los profesores esperando su bono de incentivo al retiro, porque al parecer la deuda histórica seguirá rondando como una ilusión que se desvanece, se marchita, se aleja.
También están los niños y niñas invisibles que "no tienen cara sino brazos, que no tienen nombre sino número, que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local, los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata".
Los nadie son aquellos que esperan "que llueva a cántaros la buena suerte, pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen, y aunque les pique la mano izquierda o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba". Esa suerte les es esquiva, les pasa por el lado, los ignora de forma constante, pero aun así, siguen esperando como ritual que esta aparezca, los ampare y los proteja.
He visto a niños y niñas que dicen ser nadie, que se sienten ninguno y que son ninguneados, con acciones, con comentarios y con lo peor que podrá existir, con la indiferencia de un sistema educativo que no ve en el crecimiento personal los cimientos necesario para construir buenos ciudadanos, de adultos afables, sensatos, circunspectos y resilientes.
El sistema actual, pareciera estar más preocupado de los datos cuantitativos del aprendizaje, con un curriculum, a veces, alejado de las reales necesidades, que lo de lo cualitativo. En vez de apuntar a una acción educativa que comienza con el saludo y la preocupación del individuo, que los hace sentir queridos e importantes, que permite el desarrollo desde el respeto, desde el afecto.
No podemos anclar la condena de los "nadie" a un mar sin olas, debemos hacer que la educación produzca tumbazones, marejadas que motive el aprender como una necesidad intrínseca, esencial, que el mar sea como lo describe Julio Verne, "... la encarnación de una existencia supernatural y maravillosa".
La educación es el camino de la integración social, de conciliar a las personas, de romper con los estigmas. Pero esto sólo se logrará realmente considerando a las personas, sus necesidades e intereses, amplificándolas.
Es un camino de descubrimiento constante, fiel, terco y voluntarioso, erigido por todos los alguien, los que algunza vez fueron los nadie, los que se levantaron desde los apegos, con quimeras que buscan ser realidades.
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