Las frecuentes amenazas naturales como los recientes tornados dejan al descubierto no solo casas y edificios. Se visibilizan nuestras fragilidades institucionales, nuestras maneras de habitar el territorio y una educación desvinculada de los conocimientos locales y científicos necesarios para prevenir, mitigar y prepararse. No solo nuestro entorno físico se ve alterado. Estos eventos son también una oportunidad para reflexionar acerca de nuestros hábitos respecto a cómo nos informamos y nos comunicamos en contextos de desastres.
Las grietas en la infraestructura son tanto o más monumentales que los cambios en la manera que los ciudadanos se comunican con otros y consumen la información antes, durante, y después de un evento en que la naturaleza parece revelarse en nuestros modos de habitarla.
En el diseño de un barómetro ciudadano del desastre, nuestro equipo de investigadores de CIGIDEN, indagó en cómo nos comunicamos, cuáles son las ideas que los ciudadanos tienen acerca del riesgo, las amenazas, y la información que reciben y crean a través de los medios de comunicación tradicionales y digitales.
Probablemente lo más sustancial es el rol preponderante que medios privados como WhatsApp tienen a la hora de definir los contenidos relacionados con los desastres, las amenazas naturales, su relación con el cambio climático, entre otros. También el consumo de medios como YouTube e Instagram, especialmente entre los más jóvenes.
La televisión, la radio, y la prensa digital, continúan teniendo relevancia, especialmente durante y después de estos eventos. Su interpretación, la confianza que podemos tener en ellos, y el devenir de esa misma información ocurren a través de las redes sociales y a través de las tecnologías como WhatsApp. En ella confluyen jóvenes, adultos, casi sin distinción.
Constatamos a través de esta encuesta, que la mayoría de las personas se sienten preparadas para enfrentar terremotos, tsunamis, y aluviones, pero esto parece contradictorio.
A pesar que los chilenos conectados a las redes y a Internet están exigiendo más y mejor información acerca de estos fenómenos, el país no parece estar preparado para la frecuencia o intensidad de los eventos que nos impactan y que significan potenciales peligros.
En la encuesta, además, verificamos nuevamente que estos eventos son además fuente de ansiedad, estrés y dificultades para dormir. Educarnos en primeros auxilios psicológicos, como lo sugieren nuestros investigadores en salud mental, es entonces central.
Una estrategia ya sistematizada en un manual que pueden realizar todos quienes entran en contacto con las personas afectadas para recuperar la calma, la confianza y la esperanza.
En el presente, todavía la disrupción de la naturaleza se equipara a la emergencia; aun a pesar de existir consenso científico, los desastres tienen el apellido “natural”. Los aluviones, tornados, incendios, terremotos, y tsunamis, desmoronan no solo casas y caminos, también muestran la fragilidad de nuestra relación con el entorno.
Tenemos que prepararnos mejor, educarnos, mitigar más efectivamente los efectos no bienvenidos de la naturaleza en los territorios que habitamos.
Carecemos aun de gobernanzas locales y regionales para gestionar la emergencia que incluyen una sólida coordinación de instituciones públicas y privadas.
Sabemos esto, pero es una verdad inconveniente que tiene paralizado al liderazgo estatal y legislativo, ya que continuan enfrentando urgencias y tiempo de solidaridad breve con las víctimas de estos desastres, pero sin desarrollar seriamente una estrategia de reducción del riesgo que incluya a todos los habitantes.
Necesitamos mucha más prevención y educación, además de sofisticadas estrategias en la emergencia.
Las personas a través de redes sociales, parecieran estar al tanto de esta falencia. Hay más interés por entender los fenómenos, por saber cómo el cambio climático agudiza, profundiza, y/o aumenta la frecuencia de estos eventos naturales.
Existe un claro interés por los temas científicos , tecnológicos, y el cambio climático, como lo revela el barómetro ciudadano que desarrollamos.
En paralelo, de modo intergeneracional, las personas han adoptado tecnologías para comunicarse (WhatsApp es el ejemplo primordial) para comunicarnos e informarnos. Son estas mismas tecnologías las que ofrecen un potencial enorme a los gestores del desastre no solo para comunicarse en la emergencia sino para educar y generar una cultura de la resiliencia.
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