Llevo alrededor de tres años acompañando y apoyando a personas que han perdido a un ser querido. He visto todo o casi todo tipo de reacciones ante la muerte de un familiar, así como un sin fin de escenarios. Personas que mueren acompañadas de toda su familia, amigos y otros a quienes tocaron en vida. También he presenciado lo opuesto, aquellas personas que mueren solas, algunas porque no tienen familiares y otras porque la vida las ha alejado de quienes fueron su familia.
Nuestra cultura no nos ayuda a enfrentar la muerte. Al contrario, cada vez se están buscando más formas de evitarla, de prolongar la vida ante cualquier costo.
La televisión nos vende cremas para vernos más jóvenes, pastillas para evitar la caída del cabello, vitaminas, suplementos naturales, etc. Por otro lado, la medicina y la ciencia continúan creando máquinas que pueden mantener nuestro cuerpo funcionando, lo queramos o no. Hay máquinas que respiran por nosotros, que hacen que nuestro corazón siga latiendo, que purifican nuestra sangre.
No estoy diciendo que las cremas anti-arrugas o el respirador artificial sean malos en si. Todo depende de la motivación que tengamos para usar la crema o para decidir utilizar un respirador artificial. Es una decisión personal. Pero como todo en la vida, hay que buscar el equilibrio y no forzar las cosas.
Compartimos el hecho de que nuestra vida en esta tierra llegará a su fin, algún día. No estaremos preparados y quienes nos rodeen tampoco, por más que tratemos.
Necesitamos hablar de la muerte, de qué queremos que se haga por nosotros médicamente, de las relaciones que queremos restaurar o dejar ir, del perdón y sobre todo del poder de las despedidas. Los círculos hay que cerrarlos.
Por ello, les comparto algunas sugerencias, basadas en mi experiencia como capellán, donde he compartido con muchos que han dejado esta tierra.
Es importante que converse con su familia o personas cercanas sobre sus deseos si se encuentra en un hospital o clínica en una situación de riesgo vital. ¿Quiere que los médicos hagan todo lo posible por salvar su vida, sin importar las secuelas que esto pueda traer?
¿Quiere cierto tipo de intervenciones y otras no?
¿O prefiere que le mantengan cómodo y sin dolor, sin tratamientos agresivos, aunque esto signifique que quizás no sobreviva? No es fatalista ni mórbido hablar de esto. Es fundamental para que sus deseos sean respetados y su familia no se vea en la angustia de tener que tomar estas decisiones en los momentos más difíciles.
Perdone y pida perdón. Hay quienes dicen que uno muere de la misma forma en que vivió. No se vaya de este mundo con pesos y cargas que puede soltar. Uno no perdona solamente por la otra persona a la que le hizo daño sino que también por uno mismo y por la libertad que se recibe al perdonar.
No se quede sin decir “te quiero”. Muchas personas se arrepienten de no haberle dicho lo que sentían a un ser querido. Asegúrese de que las personas importantes para usted sepan lo valiosas, queridas e importantes que son para usted. Esto aplica para quienes enfrentan su muerte y para quienes le acompañan en su proceso.
Las despedidas son importantes, suena un poco cliché pero es necesario despedirse. Las personas que saben que les queda un tiempo determinado de vida deben despedirse de sus seres queridos. Aquellos que le acompañan deben dejarle ir.
No hay una receta o fórmula mágica para hacer esto y eso es lo complicado. Cada persona y/o familia debe buscar su manera de despedirse. Celebre la vida de su ser querido, disfrute cada momento a su lado, lloren juntos, hablen de sus miedos y tome su mano hasta el último respiro.
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