La insensatez

¿Cómo le explico a mi pequeño hijo lo que es la guerra? ¿Cómo les digo a esos cientos de niñas y niños que veo por las mañanas lo que significa la desavenencia de la paz? ¿Cómo hablarles de la conflagración persistente? ¿Cómo proferir de vida cuando es tan imponente la muerte?

El director de The Uppsala conflicto Data Program (UCDP), Magnus Öberg, declaró en 2022 que "el número de conflictos ha aumentado y (así) el de muertes relacionadas con combates en un 97% (...) con un aumento del 400% desde el inicio de la década 2000".

El mundo se ha vuelto una gran esfera con focos de profunda hostilidad, con enfrentamientos belicosos, ofensivos con la ranciedad del aire cargado de odiosidad, agresivo de combates, con el desconcierto latente de la penumbra y la desazón. Eclipsado de noche, falto de aliento, mortecino de concordia, hambriento de armonía, necesitado de calma, sediento de reposo y conmiseración.

En este momento, mientras usted lee, se viven los conflictos armados en la Franja de Gaza, Ucrania, Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria; y quizás cuantos más.

Explosiones, gritos que se convierten en aullidos que desgarran el ambiente, abatimiento de una densa sombra que cae con todo el peso de la desconsideración, luces en la oscuridad que lejos de ser estrellas fugaces, son la incandescencia de la agonía, el destello de lo quebrado, el fulgor de la aflicción, la refulgencia del estertor.

El pálpito que se escapa, la mirada que se ahueca, las venas que sedientas dejan de bombear, ya no hay corazón que reciba ese flujo excedido de angustia, no queda para los muchos hombres mujeres y niños, un mañana que despertar.

Hay niños y niñas que reconocen el sonido de una bomba antes de explotar, pueden percibir el olor a pólvora que se deja en la atmósfera luego de una ráfaga de exterminio, saben lo que es el corte de suministros, les han negado el agua, la comida y claramente la existencia.

Entonces ¿cómo le explico a mi hijo?, le cuento todo le que puedo, todo lo que observo, lo inentendible de las guerras, lo incomprensible de los enfrentamientos, lo insensato de la violencia, lo necio de la brutalidad. Lo necesitado del diálogo, el respeto a los derechos humanos, la dignidad de los seres vivos, la importancia de la reflexión, lo imperativo del amor.

Por que mi hijo que hoy se empina en una amada niñez, crecerá siendo un ciudadano justo, responsable, con la consideración que tantos otros no han tenido, el relato de hogaño y de lides pasadas, de los conflictos cercanos de las pugnas su propio suelo.

Hoy le hablo de guerra para que mañana pueda haber armonía, hoy le hablo del dolor, esperando un futuro de esperanza; hoy le hablo a un niño confiando en sembrar todo lo necesario para ser un gran hombre, un hombre de paz en la avenencia de un mundo mejor, en el cual las estrellas brillen, los niños no sufran y el cielo sereno sea cada vez más azul.

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