La delicada situación política en Brasil nos hace pensar y revalorar que la democracia es la única herramienta política que existe para remediar los errores, problemas y vicios de la propia democracia. Cualquier elemento, acción y corriente que atente contra la decisión popular, contra las bases de la democracia participativa, es una seria amenaza a la convivencia pacífica y al respeto del gobierno de las mayorías.
En estas palabras no estoy haciendo ninguna valoración positiva ni negativa del Gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff, pues no me corresponde como senador chileno inmiscuirme en asuntos delicados de la política interna de un país amigo. Pero eso no quita que, desde la perspectiva política, sí haga una férrea defensa de la democracia como sistema político de entendimiento social.
El clima de desconfianza a veces irracional y las prácticas de condena ex ante por parte de la prensa y las redes sociales, han hecho que hoy la política sea sinónimo de sospecha y corrupción sin ninguna excepción.
Y lo peor de todo, es que en ninguno de estos casos han hablado ni los tribunales ni las urnas, que son los dos entes que dan legitimidad a la representatividad política de Presidentes, congresistas, alcaldes y otros representantes populares.
Lo que está ocurriendo es que se ha puesto de moda que se hagan acusaciones personales y se dé por sentada la culpabilidad de las personas, sin que haya fallos o veredictos judiciales.Todo parece resolverse por cuántos malos comentarios hay en las redes ¿Vamos a gobernar por Twitter, por el número de likes en Facebook?
El caso de Brasil es particularmente preocupante puesto que acusaciones que no han sido despejadas por la justicia pudieran terminar con la revocación de un mandato ungido por las urnas, con una legitimidad que no admite debate.
Si son casos de corrupción o de faltas administrativas, eso es materia que deben resolver los tribunales de justicia, no los medios de comunicación ni menos aún las bancadas opositoras del gobierno que fuere.
Hay mínimos estándares que la política debe respetar para dar gobernabilidad y sustento a la vida democrática, ya que en esta espiral de acusaciones se puede llegar a que -en la práctica- haya una especie de “golpe blanco” que no le hace bien ni a Brasil ni a ningún otro país que no sea capaz de generar los acuerdos de gobernabilidad que respeten la voluntad popular que ha elegido a un gobierno.
Chile ha sido un permanente defensor de la estabilidad democrática en Latinoamérica, así como del respeto de los derechos humanos en cualquier contexto, sin ninguna excepción, por lo que los hechos en Brasil cobran especial relevancia ya que se trata de una de las democracias más grandes de la región que ha marcado un camino de crecimiento y liderazgo, valorado por todos los países del Cono Sur.
Confiamos en que esa sabiduría y ese aprendizaje para salir adelante, muestre también serenidad y madurez para sobreasar la crisis, sin pasar a llevar los derechos de las personas, ni menos aún la voluntad soberana del pueblo brasileño.
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