En otras oportunidades abordé la cuestión boliviana en su vertiginoso proceso electoral, político y social, pero la verdad es que no solo es Bolivia la que vive en vértigo, sino que toda la región sudamericana, hasta Latinoamérica. Este vértigo entrópico se explicaría en procesos internos de los países, pero también en algunos externos y sus interacciones (siempre es así). Entre los externos, se encuentra la tensión global que implica el proceso transicional del sistema internacional, respecto de cómo los poderes globales se disponen en esculpir el nuevo orden internacional, donde China todos los días lo recuerda, con su estrategia centrada en lo económico comercial y hasta militar (ahora último, tras la conmemoración del termino de la II Guerra Mundial).
La Federación Rusa, en su escala, hace lo propio, sosteniendo el conflicto armado internacional contemporáneo simbólicamente más delicado, en cuanto representa la tensión global explicita de medición de fuerzas entre culturas, espacios geográficos e intereses globales, que guste o no, influyen en el hacer de Sudamérica y Latinoamérica, en general.
La ignominia sobre Palestina-Gaza, de parte de Israel, respaldada firmemente por EE.UU., es otro simbólico conflicto abierto que, sin perjuicio de que no estén todos los poderes globales directa y explícitamente involucrados, igualmente terminan teniendo impacto global y estratégico, tanto así que existe un conflicto regional en Medio Oriente que se ha desplegado en algunas fases, siendo emblemático el bombardeo de Israel a Irán hace unos meses y a Qatar, hace muy poco, intensificando otra vez la situación en Gaza; máxime cuando más estados reconocen a Palestina como Estado, ad portas y durante la reunión ONU de la última semana de septiembre 2025.
Este contexto, de incertidumbre global, indudablemente se proyecta hacia nuestras regiones (hay que adicionar el HACER de las empresas globales y sus intereses, entre ellas las tecnológicas), donde las combinaciones procesuales internas tienen que ver con las actorías globales en sus agencias y proyecciones, teniendo como siempre, el telón de fondo de los recursos naturales como botín de los "poderes globales y centrales públicos-estatales y también empresariales". Nada nuevo bajo el sol, sin perjuicio de los ajustes de actores en este nuevo orden internacional que se esculpe.
Conviene indicar que, así como Bolivia vivencia una elección inédita producto de la baja terminal de la izquierda masista, permitiendo que derechas y centroderecha tengan las mayores confianzas del electorado (así lo indicó la primera vuelta)(1), el caso argentino permite otra realidad que nutre de incertidumbre a la región después de la derrota electoral de la Libertad Avanza de Javier Milei cristalizada, recientemente en los comicios de legislatura provincial de Buenos Aires (47% vs. 33%, oposición vs. Milei, respectivamente). La grandilocuencia y estrategia de gestión fue "trancada" elocuentemente, cuestión que se proyectaría firme hacia los otros comicios a celebrarse en un tiempo más, encontrándose aún en desarrollo el escándalo al interior de los Milei, por mal uso de recursos públicos (sin perjuicio de los apoyos político y financiero de Trump).
Brasil, el hegemón regional, o por lo menos constante aspirante a tal condición, entró en un estado de contradicción interna política gracias a la justicia, que condenó a Jair Bolsonaro de la forma en que lo hizo (27 años de prisión efectiva), independiente de las acciones judiciales que él continúe realizando para revertir tal situación (no hay que olvidar que existió un golpe blanco de Estado contra Dilma Rousseff y procesamiento y encarcelamiento a Lula da Silva, del que salió para transformase en el actual presidente del gigante sudamericano). Brasil, además, tiene la voluntad de integrar en este "proceso transicional internacional" una posición más de vanguardia, fortaleciendo sus lazos con China de manera bilateral, pero también más integradamente por medio del Mercosur, Celac y, de ahí en más, hacia los BRICs, con todo lo que ello implica. Por lo tanto, para Brasil su desafío permanente, en la medida que logre fortaleza interna en gobernabilidad y gobernanza, es proyectar su código geopolítico sobre la región, en el entendido que es ese el camino para que él y la región se ajusten de la mejor manera posible en este nuevo escenario internacional (es uno de los posibles, pero razonable). Máxime cuando, además debe administrar las definiciones amenazantes de EE.UU., respecto del procesamiento de Jair Bolsonaro, siendo la medida arancelaria la más estridente. Conviene indicar que uno de los contenidos fuertes de Lula da Silva en la Asamblea de la ONU, fue el multilateralismo realista en un contexto de multipolaridad, defensa a la democracia y resistencia a las desigualdades sociales y económicas globales.
Venezuela, en su régimen político, ha sido sometida a un asedio permanente en cuestionamientos y medidas de fuerza. Su autoritarismo o dictadura como le llaman algunos actores políticos internos y externos ha conocido de un vértigo, que hoy día le tienen en el ojo del huracán con algunos dispositivos armamentísticos (también retóricos) desplegados desde EE.UU. en el Mar Caribe, con una voluntad política de intervención simbólica y material desde el país del norte con el tono de la administración Trump, siendo NO nuevo, ya que desde la época de Hugo Chávez Frías que existe voluntad por desmontar el régimen por su crítica postura hacia el poder del norte y el tipo de imperialismo que encarna. Esta contradicción intensa de hoy, coloca a la región en un dilema político respecto de la autonomía o resistencia a la intervención en los asuntos internos regionales por parte de EE.UU., en específico (u otro poder global), obligando en rigor solidaridad hacia la región en la medida que la intervención sin contrapeso sobre ese territorio estatal, es una señal para toda esta parte latinoamericana y los emergentes hegemones globales respecto de la manera en cómo se enfrenta la situación, desde estas latitudes.
En fin, esta condición de vértigo, alcanza por estos días al Perú, donde se activó la Geografía de la Multitud, otra vez, ahora, como consecuencia de la decisión gubernamental de la Presidencia de la República y el Congreso respecto de una nueva ley de pensiones que implica recortes a la expectativa de retiro integral de los fondos de pensiones, pero también obligaciones a juventudes peruanas a aportar a las AFPs, cuestión muy resistida, sumándose al descredito del Gobierno, Congreso Nacional y la intensa condición delictual que inundaría al Perú, según indican los reportes políticos y ciudadanos (presencia intensa de crimen organizado e internacional, además). Conviene indicar que Perú, se ha convertido en un pivote de protesta y corrupción institucionalizada reconocida en la región, tras el derrocamiento del Pedro Castillo, imputándosele una voluntad de autogolpe que lo tiene en la cárcel pagando por ese delito (indicar que otros expresidentes peruanos se encuentran procesados). Lo singular de esta etapa de la geografía multitudinaria se condice con la utilización de un símbolo usado en las protestas de Nepal, donde se derrocó al gobierno constitucional desde las juventudes de ese país utilizando el símbolo de One Piece, producción japonesa de animé que representa la piratería contra el gobierno mundial corrupto y abusador (entre otras). En Perú, se indica que la Geografía de la Multitud la lideraría la Generación Z, como en Nepal, más otras expresiones sociales y políticas.
Colombia y Ecuador, en sus diferencias, reproducen lógicas de violencia política con el asesinato del candidato a la presidencia Miguel Uribe Turbay, en el caso colombiano y una constante incertidumbre política en Ecuador (recientemente electo Daniel Noboa) y de crimen organizado sobre el cual debe lidiar la institucionalidad ecuatoriana (por estos días con dificultades por el recorte de subsidios a los combustibles). Conviene indicar que Colombia, tuvo una polémica controversia limítrofe con Perú respecto de una isla fluvial, estando a la vez tensionada por el espacio fronterizo que también administra con Venezuela, donde, a las problemáticas del narcotráfico, grupos armados y consideraciones políticas binacionales entre ambos estados, se adiciona lo avanzado por los EE.UU., en su amenaza de intervención sobre Venezuela.
Centro América y el Caribe, más México, son otras territorialidades que enfrentan permanente vértigo mereciendo, a todas luces, otro espacio analítico, pero baste indicar que, les atraviesa el flagelo de la corrupción, la debilidad institucional, el narcotráfico, la migración galopante, el autoritarismo y la presión sistemática de un EE.UU., que se reposiciona en su debilidad sobre dicha territorialidad ejecutando acciones imperiales (debilidad relativa, en esta transición internacional), como es proyectar una denominación de toponimia que no corresponde en el Golfo de México, como también buscar la recuperación del Canal de Panamá, entre otros aspectos, siendo la cuestión arancelaria una de las medidas que México ha tenido que contener con relativo éxito.
EE.UU., con su doctrina Monroe remozada en clave de narcotráfico (nada nuevo) y aspectos migratorios (tampoco, nada nuevo), creó la excusa institucional funcional a sus intereses nacionales, proyectados hacia otras latitudes para emplazarse en uno u otro territorio de la región, donde, su declive y disputa con los otros poderes globales emergentes, exigiría una respuesta lo más coordinada posible desde la región, situación compleja cuando los ensayos de integración y cooperación no han profundizado acciones colectivas, siendo la polarización política de los Estados y sus gobiernos una causa (una constante), pero también la histórica competencia dependentista que ha caracterizado a los países de la región y, no la referida a cultivar internamente mejores posibilidades de encuentro comercial, económico y político (ya diagnosticado por la denostada teoría dependentista y/o centro periferia, intervenida, además, cuando se ejecutaron desde las 50 a 80 aproximadamente, por algunos gobiernos de la región). ¿La llegada de Michelle Bachelet a la Secretaría Ejecutiva de la ONU, es una buena prueba (otra vez), para avanzar en tal propósito de fortalecimiento regional?
Cada país es un crisol de procesos. La integración o cooperación debiesen ser regularmente el horizonte que nutra los proyectos políticos de desarrollo de los países, como también las teorías interpretativas de las relaciones internacionales regionales, orientadas a capitalizar más y mejores correlaciones de fuerza y hacer frente a las interesadas acciones globales, tradicionales y las emergentes. De ahí en más, la geopolítica crítica se hace relevante de incorporar en la ecuación analítica, ya que la misma ve lo que no ve o no quiere ver la geopolítica convencional que determina decisiones, acercamientos, o bien, distanciamientos.
(1) Bolivia y su vértigo entrópico versus la canalización política
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