Hemos visto con preocupación, en los últimos años, cómo se han secado lagos, lagunas, esteros y diferentes cursos de agua no solo en el país, sino en el planeta.
Como causa generalizada del fenómeno se indica al cambio climático, por la disminución de la precipitación y el aumento de la temperatura promedio anual a nivel global, pero cuando se estudia en detalle cada una de las áreas afectadas se puede establecer que han sido otros factores más locales los que han incidido, mayoritariamente asociados a la modificación del hábitat, cambio de uso del suelo y fuerte presión sobre el recurso acuático, no sólo para consumo humano, sino para actividades productivas (agricultura y minería principalmente), lo que genera un efecto potenciador de los procesos desequilibradores a mayor escala.
En el último siglo, el gran avance tecnológico, tanto en áreas rurales como en las ciudades, unido al aumento de la población, ha convertido el agua en un recurso no renovable y muy costoso, con derechos de uso que pueden ser comprados por quienes cuentan con recursos económicos para hacerlo en este país, lo que conlleva a la canalización de esteros y ríos para uso privado, dejando totalmente desprotegidas a las poblaciones más vulnerables y a los ecosistemas que no tienen ni voz ni voto para defender sus derechos, como zonas de alta biodiversidad y captadores de dióxido de carbono, con su relevante papel en post de la descontaminación atmosférica.
La mortalidad de peces en la laguna de Aculeo, de la rana chilena en el Humedal del Yali (sitio Ramsar) o la ausencia de especies nativas acuáticas en la laguna de Batuco, son simples ejemplos del desequilibrio ecológico que el hombre ha causado en ecosistemas que fueron valorados en su momento por su alta biodiversidad en la zona central de Chile.
Estos ecosistemas se encuentran en estados deplorables por la falta de oxígeno en el agua, producto de la acumulación de materia orgánica y desechos agro-industriales y la extracción ilegal, además de ser convertidos en vertederos ilícitos de basura.
Lo anterior puede tener consecuencias muy graves, si se considera que una vez que pierden su espejo de agua suelen ser invadidas por pastizales y especies de flora exótica que se convierten en combustible por las altas temperaturas de la época estival, con la consiguiente generación de incendios que también hemos visto crecer en extensión y número en diferentes regiones del país y del planeta.
Se debe hacer un llamado de alerta a la población civil para generar conciencia sobre la necesidad perentoria de cuidar los recursos naturales, que nos pertenecen a todos, y al Estado para que implementen políticas públicas eficientes para su uso sustentable, con la recuperación de los hábitats degradados, como un legado que debe dejarse para que pueda ser disfrutado por las futuras generaciones, antes que se pierdan definitivamente.
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