Todos los años en estas fechas, se escucha con bastante frecuencia el popular dicho, especialmente entre los adultos mayores, “hay que pasar agosto”. Es una forma de expresar que hay que vencer el invierno y así festejar un año más de vida.
Sin embargo, y desde una perspectiva más amplia, agosto 2018 según la ONG Global Footprint Network, el planeta Tierra habrá agotado este 1 de agosto todos los recursos naturales que se pueden renovar cada año.
Esto significa que los recursos naturales como los árboles, el agua, los peces, la tierra fértil no son capaces de aportar para el consumo de todos los habitantes en un año. Es decir, para satisfacer las necesidades de todos los habitantes del planeta, según Global Footprint Network, es necesario contar con la cantidad de 1,7 planetas tierra.
Sumemos a esto que en agosto se habrá emitido todo CO2 que pueden tolerar los bosques. Básicamente, estamos viviendo a costa de los recursos naturales de las futuras generaciones. Al ritmo de consumo que tenemos, no somos sustentables. En otras palabras estamos viviendo de préstamos ecológicos que no podemos pagar.
¿Hemos llegado a un punto de no retorno? Difícil pregunta, pero que debemos enfrentar con decisión. Sin embargo, podemos ayudar a disminuir esta brecha consumiendo menos de estos recursos tan vitales y cada día más escasos. Esto implicaría usar menos el automóvil, caminando más o usando bicicleta, comer menos carnes y más vegetales, reciclando los desechos orgánicos, el papel, botellas, neumáticos, entre otros.
La entrada en vigencia de la ley que prohíbe el uso de bolsas plásticas en todo Chile, representa un avance en este sentido para nuestro país. También nos pone a la vanguardia latinoamericana en este plano. Sin embargo, hay que seguir avanzando en este camino para tener un consumo y un planeta más sustentables.
Esto implica crear conciencia en las personas del tema urgente que significa el cuidado de nuestro planeta, de tal manera debemos cambiar no solo hábitos de consumo, sino que también los productos y servicios que se nos ofrecen tenga en consideración la sostenibilidad. Debemos preferir y dar valor agregado a todos aquellos bienes y servicios que tengan algún sello de sustentabilidad en su producción.
Las ciudades son grandes conglomerados de personas agrupados en torno a actividades coordinadas e instantáneas. En este espacio tan necesario e inevitable en la realidad actual, la gran emisión de gases con efecto invernadero propiciado por grandes traslados, el gran consumo energético que implican esos traslados, como también la necesidad de dejar los hogares vacíos 12 horas al día y el consiguiente gasto energético en calefacción, en combustibles fósiles quemados y arrojados al ambiente, en partículas de polvo en suspensión por millones de vehículos en movimiento y la consabida tendencia a una alimentación poco saludable en espacios de “preparación rápida”, nos pone una vez más ante la disyuntiva de volver a pensar la forma en que llevamos a cabo la vida en la ciudad.
El teletrabajo, la educación a distancia, la generación de espacios de co-work ubicados en toda la ciudad parecen una solución razonable para evitar estos enormes gastos energéticos que día a día se realizan sin mayor sentido.
Se debe pasar agosto, pero esta vez resuena una alerta mucho más urgente que la simple preocupación de cuidar los cambios de temperatura que experimentan nuestros abuelos. El planeta nos implora no sobre exigir más su ya probada generosidad y agotada abundancia.
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