Sobrio, culto, entrañable, valiente, comedido. Con adjetivos así recordaremos la persona pública de Patricio Bañados, profesional de radio y televisión que famosamente perdió su empleo en TVN por negarse a leer una noticia falsa durante la dictadura.
Años después de la salida de los militares del poder nos dejaría, además, la siguiente reflexión: "Me gustaría puntualizar que en el plebiscito del '88 ganó el Sí. Hubo más gente que votó que No, pero ganó el Sí. No sospechábamos que había un acuerdo, aparentemente previo, del cual no teníamos conocimiento y que ni siquiera podemos certificar ahora. Un acuerdo para que nada cambiara, o sea, el 'gatopardismo', que las cosas cambien para que todo siga igual".
En este comentario suyo reside una clave maestra para leer la naturaleza del ciclo político del que no salimos aún: se vote lo que se vote, existe un acuerdo que separa tajantemente el ejercicio del poder de la voluntad popular, ejercicio inmune a la democracia, que se torna entonces una obligación inútil. La clave de Bañados se puede aplicar a todo borrador constitucional, venido o por venir, formulado bajo las condiciones de un acuerdo (el de 2019 también) esquivo, aparentemente previo, y que ni siquiera podemos certificar ahora.
Mientras tanto, el país real seguirá derrapando en el tablero geopolítico, languideciendo entre dos imperios muy diferentes, el chino y el anglosajón, atado a una historia de entreguismo, dependencia y falta de soberanía, timoneado por una élite -joven o vieja, tatuada o numeraria, da lo mismo- incapaz de conducirlo al desarrollo.
Hoy día aquellos mismos "progresistas" -o sus hijos- que se opusieron falsamente a Pinochet hacen aspavientos ante el ascenso de Kast, a quien denuncian como amenaza de ultraderecha. Pero ¿qué pasa si Kast o Boric se diferencian entre sí tanto como Bachelet o Piñera?
El país avanza por caminos trazados hace tiempo, inscritos en la deriva de occidente, con la gran diferencia que hace 30 años aquella deriva era próspera, y ahora se ha vuelto un desastre, por conjunciones históricas del todo ajenas a la escena política local, que sólo hace malabares para mantenerse a la moda, más a la manera del FA respecto de Juntas Podemos, que a la de republicanos respecto de Trump y las doctrinas de Bannon.
Aparentemente en "republicanos" se trata de una restauración conservadora, pero ¿no se puede ver más bien aquí una reacción funcional y hasta necesaria ante la política testimonial e impotente de las identidades y de las minorías, en que se ha empecinado la izquierda, olvidando del todo a la clase trabajadora? Al contrario de Trump, ponen Kast y los suyos el énfasis en estos aspectos culturales (que incluyen el miedo a la delincuencia), y para nuestro mal, se dejan de lado lo mejor de la propuesta trumpista: el proyecto desarrollista e industrializador, centrado en la producción y el empleo.
Despidámonos con otro comentario de Bañados, esta vez, sobre el gobierno de Aylwin (modelo de los siguientes, incluido el actual) donde "todo era transado en las alturas sin otra moral que la conveniencia mutua. Daba lo mismo haber sido torturador que torturado, asesino que asesinado".
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