Imposible ignorar el conjunto de acontecimientos que desde el año pasado, vienen monopolizando casi por completo la agenda informativa a raíz de los sucesivos casos de falta a la probidad y fe pública. Fue como un gran “agujero negro” que se tragó todo lo que había a su alrededor.
En el mortero de las culpas, recriminaciones, acusaciones políticas cruzadas, fuimos verificando algo que intuíamos: la connivencia entre el dinero y la política.
Hay que ser justos, no todos los parlamentarios limosneaban financiamiento de modo ilegítimo e impúdico, pasando el “platillo” a los principales conglomerados económicos que los cooptaron como lacayos en función de sus intereses sectoriales, para posteriormente con total descaro, incidir directamente en sus decisiones legislativas.
Aunque a estas alturas ya nadie pone en duda estos vínculos, lo que falta por saber es el tiempo que demorará y a quienes efectivamente se les perseguirá, si la ley cumplirá ese viejo aforismo de que es “pareja y dura”.
Hasta aquí sabemos que el tratamiento ofrece serios reparos, particularmente por las cortapisas que han aparecido en el transcurso de las distintas causas que no pueden siquiera ser empezadas por la Fiscalía Nacional, ya que está supeditada en éste ámbito de sus atribuciones al Servicio de Impuestos Internos, que quien tiene la facultad exclusiva de iniciar las investigaciones de carácter tributario, de lo contrario todo se desvanece.
Querámoslo o no, está situación nos acompañará sin tregua durante los meses venideros y a medida que nos acerquemos a las elecciones municipales el clima de crispación política irá en aumento. En el intertanto, tendremos que ir armándonos de una cada vez más escasa paciencia para digerir lo que se viene por delante.
De hecho, ya hemos tenido, no obstante el período estival, algunos anticipos que son muestras inequívocas de lo que nos aguarda. Prueba de ello es la ruda afirmación de Sebastián Piñera respecto a que “mi familia no me falló”, expresión que a todas luces es una referencia directa al demoledor efecto que ha tenido el caso Caval en la gestión y la consiguiente pérdida de popularidad de Michelle Bachellet.
No hay que ser muy perspicaz para entender que mientras reditúe políticamente la situación que afecta a la mandataria, será aprovechado por sus detractores para que su reprobación entre la ciudadanía sea más desastroso, no obstante que muchos de ellos, como el propio Sebastián Piñera, que se permite tal atrevimiento, dándose el lujo de friccionar la herida con esa desatinada frasecita y abstrayéndose de la circunstancia que dos de sus hijos aparecen emitiendo boletas a SQM.
Pero no es lo único que concitará la atención de la opinión pública, en un año que a todas luces será intenso en materia política. Por lo pronto se avecinan dos hechos de significación al interior de la Democracia Cristiana.
El primero de ellos guarda relación con el proceso de primarias internas para seleccionar a los candidatos que la colectividad llevará a las municipales del mes de octubre. Éste ejercicio, que está fijado para el 13 de marzo, es la antesala de la Junta Nacional a realizarse dos semanas después y que se conjetura será muy discutida y polémica.
Detengámonos por un instante, antes de entrar a especular sobre los alcances políticos que podrían derivarse del tan esperado encuentro, para preguntarnos acerca de la capacidad de convocatoria de militantes, adherentes y simpatizantes que estén dispuestos a ser parte de un proceso electoral para refrendar a los distintos aspirantes por un cupo en la plantilla democratacristiana, que pone a prueba no solo los signos vitales de su propio padrón de inscritos, sino que implica hacer frente a la apatía de las personas incluso más comprometidas y participativas en éste tipo de jornadas.
Será relevante conocer el universo de quienes no hayan perdido la motivación y activados por inescrutables razones, se acerquen a los lugares de votación. Nos proporcionará una idea tentativa acerca de los niveles de abstención que podrían producirse en los comicios municipales de éste año.
También nos entregará otro antecedente en virtud de la reciente ley de modernización y transparencia de partidos políticos que obliga a sincerar el número de militantes, para lo cual deben de modo imperativo hacer un nuevo registro partidario, pero con el desencanto que hay, lo más probable es que se reduzca el interés por revalidar esa membresía.
Aunque esto no es visto con preocupación, si no como una mejora incuestionable, ya que quienes opten por mantener su vínculo, se supone que lo hacen no como comparsa y que están dispuestos a perseverar en sus luchas a partir de lo que ha sido su domicilio político de siempre.
Mencionábamos un segundo hito, de mayor importancia para el mundo democratacristiano, su Junta Nacional.
Acerca del tono y rumbo que adquirirá el debate interno, todo parece indicar que no será una “taza de leche”, más bien un “café cargado”. Hay temáticas que elevarán las pulsaciones de los delegados.
A modo de titulares, indiquemos aquellas que suscitarán la mayor dedicación. La lealtad al gobierno y las reformas comprometidas que están pendientes, lo que nos lleva a recordar las declaraciones de Belisario Velasco acerca que en la DC existe un “Tea Party que lidera Gutemberg Martínez y que se opone a ellas”. Se sindica como expresión de ello, a ex ministros y colabores que se han congregado bajo el lema de “Progresismo Con Progreso”.
En ese cuadro también se inscribe la polémica que desata el proyecto que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales.
Y para que nada se nos olvide en ésta brevísima reseña, no podemos omitir el comentario de los senadores Zaldívar y Pizarro en torno a un eventual respaldo a la no oficializada candidatura presidencial de Ricardo Lagos Escobar, resignando con tanta antelación la opción propia de competir.
Éste encuentro democratacristiano es el puntapié inicial de un año que se viene durísimo en materia política.
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