Blindaje de Palacio

La respuesta parece ser cerrar filas en el oficialismo, recuperar los partidos y la agenda. Eso nos evidenció el quinto cambio de gabinete ejecutado por el Presidente Piñera. Una estrategia de manual, y por lo mismo, de dudosa efectividad en el actual escenario.

Es natural llegar a este punto, casi inevitable, porque además en este caso refleja lo dificultoso que ha resultado para el actual líder del oficialismo poder avanzar en sus prioridades. Más bien se empequeñece cada vez que trata de situar la debilidad de su desempeño como gobierno al nivel del drama que viven tantas familias chilenas producto de la pandemia.

Eso es sólo una parte de la clara cadena de errores sucesivos donde la apuesta para este tramo es estrechar posturas con lo que le va quedando. Porque el apoyo natural lo ha perdido con la falta de sintonía que el país más que nunca necesita y lo que la gente está viviendo. Apuesta inteligente o lastimosamente monárquica, depende de vuestro prisma.  

La agenda del país cambió radicalmente hace un tiempo largo y hasta ahora el Ejecutivo no ha podido estar a la altura pese a su voluntariedad. Entonces, lo que queda para un año complejo es recurrir a lo más granado de la derecha dura, aquella más ortodoxa, porque este cambio es la última oportunidad que tiene el gobierno de corregir una gestión débil, ya que no ha sido capaz siquiera de gobernar a sus partidarios.

El diseño escogido desactivó conflictos internos entre las dirigencias y disidencias de sus partidos. No es casualidad haber nombrado a tres ex presidentes de Renovación Nacional para tratar de dar gobernabilidad a su propio partido.

Ni es improvisado que el principal ministro nombrado sea cercano a la actual titular gremialista, quien ha estado en las posturas más duras de su partido.

Lo que hace el Presidente es atrincherarse en un equipo que le permita manejarse en los tiempos difíciles que vienen con un Plebiscito ad portas, elecciones locales, regionales y nacionales. Y con una agenda económica y social que no admite más triquiñuelas de la Derecha.

Creo que lo racional es esperar que este nuevo círculo de hierro sea un puente directo que entregue al Presidente la capacidad de estrechar sintonía con la realidad más allá de Palacio y que ese “levantar la mirada” de la que habló el jefe de gabinete saliente, se materialice en una panorámica de lo mal que lo está pasando gran parte de los chilenos.

Cualquier análisis que desde nuestro lugar podamos hacer se queda corto. Estamos obligados a recuperar el liderazgo desde el entendimiento más allá de la lógica partidista, porque ya habrá tiempo para aquello. Hoy el desafío es aún mayor que ése. Recuperar la confianza de la ciudadanía en la institucionalidad y generar mayor y mejor respuesta de ésta ante la profunda crisis sanitaria y económica por la que estamos pasando.  

Se entiende que el gobierno intente poner un dique a la fisura del mayor liderazgo, pero el control de daño también pasa por expandir la línea de acción en conjunto para seguir anteponiendo el bien común.

Precisamente lo que hemos buscado al estar desde la Oposición, siempre disponibles al diálogo en una actitud de responsabilidad política, pese al costo que aquello pueda significar.

Creo que lo pertinente es no maltratar las confianzas y restar cabida a cualquier arremetida que atente contra este trabajo urgente y conjunto con el sólo fin doméstico de retomar la agenda de sectores más recalcitrantes que en el Chile de hoy no tienen asidero.

Propuestas que jibarizan el Estado o la representación parlamentaria, sólo despiertan la molestia ciudadana y hacen un flaco favor a esta nueva conducción política que de no desactivar aquello, poco puede hacer en su cometido de proteger Palacio incluso del fuego amigo.

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