No hay nada de cifras OCDE, ni citas de sabios en esta columna, muy sano decirlo al principio para modular expectativas.
Hay algunos espejismos que de alguna forma nos engañan o colectivamente hemos asentido mantener.Tener democracia de forma automática después del plebiscito es una legítima expectativa, más para todos los que con heroicos esfuerzos trabajaron para ello, pero lamentablemente no es realista o da la impresión de una media verdad.
En estos días tenemos a la élite expuesta en sus poco afortunadas prácticas, que en otros países serían sin duda delitos. Pero la misma élite política debe proponer y legislar medidas que afectarán a ellos mismos, en un parlamento aún compuesto por la manipulación del sistema binominal.
Y por si fuera poco la misma élite debe comparecer ante tribunales para ser juzgada por otros integrantes de la élite, que salta al menor juicio de realidad. ¿Y por qué razón describo lo anterior? Para hacer una mirada muy resumida de los que supuestamente eran nuestra reserva moral, ejemplo de éxito (algo frívolo para ser honesto), o de quienes son hasta el día de hoy controladores de gran parte del país desde lo económico, político, medios, etc…O sea de quienes se puede inferir que tienen gran parte del control o del poder de influencia.
Es evidente que nuestra sociedad muestra secuelas de la destrucción o segregación de su tejido social, sin que genere el más mínimo escándalo que implique cambios de verdad en ello. Donde el discriminar o el dar privilegios a algunos sobre otros es bien visto, como un pseudo reconocimiento a las supuestas capacidades o logros que le otorga algún otro autorizado para reconocer. Donde se aparenta una meritocracia, que no logra superar a las granjerías que aún da la cuna de origen.
Necesitamos ser humildes para reconocer y asumir que debemos ser rehabilitados en nuestra construcción e integración de las comunidades, mirar nuestras salas de clases en educación, nuestras salas de espera en salud y la distribución de las personas en las ciudades.
Por más que para algunos suene extremadamente básico, no es menor la necesidad de implementar políticas de integración, tolerancia y de cuidarnos con miradas a largo plazo. Eso, de forma complementaria a los pequeños grandes gestos que todos realizamos cotidianamente con nuestro prójimo,hermano, camarada, compañero, compatriota.
Cualquier cambio social profundo, implica décadas ver sus frutos, y sería realmente una dicha estar con vida para poder apreciarlos.
El honor y la ética a pesar de ser términos antiguos que han sido brutalmente abandonados, debemos reponerlos en el sitial de honor que nunca debieron perder, que se extrañan mucho en estos días en diversas artes y oficios. Y que claramente el mercado por sí sólo no tiene, ni ha sido capaz de demostrarlo con sus evidentes inequidades.
Se extraña con nostalgia los días en que dar la palabra tenía tanto o mayor valor que un contrato. También debemos recuperar la tolerancia, la convivencia, el valor de la diferencia y la diversidad. No para construir una sociedad perfecta, sino un espacio de acogida, y si nos equivocamos en el camino tener derecho a la redención, juntos.
Sin ser dueño de la verdad y menos teniendo una cultura suficiente para interpretarla, simplemente me mueve el pálpito de un desafío presente en estas palabras y que está a la espera de respuestas a la altura del “Alma de Chile” como decía un Pastor de verdad.
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