Lo principal que hay que hacer frente a una crisis, de cualquier tipo, es mantener la calma, tomar medidas y hacer una autocrítica (o revisión de daños) para evitar que el problema vuelva a surgir con el paso del tiempo. Ya sea una crisis comunicacional o de confianza, como la que está atravesando la relación política–ciudadanía en estos momentos. Siempre es necesario considerar estos tres puntos si lo que se quiere es mejorar la situación, y no empeorarla.
Lamentablemente, muchos partidos políticos en Chile, cuando tuvieron la oportunidad, no consideraron estos pasos. Es más, hicieron todo lo contrario.
Cayeron en una desesperación enorme. Perdieron la confianza en sus capacidades, sus (alguna vez) ideales y en sus bases. Lo que siempre quisieron ignorar y a su vez tapar, estaba sucediendo.
Sus militantes, desencantados, desesperanzados, estaban renunciando a sus filas por que veían que lo que una vez fue su hogar político, se estaba transformando en un centro de operaciones para los intereses de unos pocos.
No tomaron medidas inteligentes, si no que intentaron mediante el poder que ostentan en el Congreso, aprobar leyes que les facilitaran la existencia, cuidándose de manera totalitaria y obsesiva de los partidos y movimientos emergentes, que sólo venían a proponer nuevas ideas y alternativas.
Por último, carecieron de toda autocrítica, dando el mensaje de que todo estaba bien, escondiendo la realidad a los pocos militantes que les quedaban y entregando una imagen a la ciudadanía absolutamente falsa y alejada de la realidad.
La adaptación es un comportamiento muy propio del ser humano. Normalmente, cuando no estamos a gusto o felices en un lugar, hacemos el esfuerzo para quedarnos, pero el cambio que tuvieron los partidos políticos fue tan agudo, que sus militantes tomaron la decisión de alejarse, independiente del compromiso que alguna vez tuvieron.
Como presidenta de un partido político emergente, he visto la realidad desde cerca. Mientras a algunos (por obra y arte de los partidos tradicionales) se nos exigía un notario presente para sumar a un militante, a los mismos de siempre se les pedía un simple correo electrónico.
Pero, aun así, desde Amplitud hemos visto como la gente se ha manifestado. Si tomamos el refichaje actual versus la cantidad de militantes inscritos en nuestro partido, en un par de años hemos logrado mucho más que otros desde hace casi tres décadas
¿Nuestro mérito? La sintonía, la transparencia y la coherencia. Nos formamos y existimos para darle una opción distinta a la gente. Una opción moderna, desinteresada, transparente e inclusiva. No estamos por los intereses personales, sino que, por los colectivos, por los sociales.
No nos armamos ni en Penta ni en SQM, sino que, en conversaciones entre personas, en una humilde oficina que mira atenta a La Moneda. En una oficina abierta a todos y que se enorgullece de tener a un 80% de militantes que jamás han participado en política y un 20% provenientes de los más diversos espectros políticos.
Como han pecado, muchos están pagando. Sin embargo, no queremos mirar para el lado. Queremos mirar hacia el futuro. Queremos construir y no armar reglas para perjudicar a la competencia. Lo estamos haciendo bien y los números lo demuestran. Estamos felices, pero jamás conformes. Nuestro trabajo está y estará siempre para todos lo que quieran participar de una política repleta de aires nuevos.
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