Co-escrita con Hugo Jofré, director ejecutivo de la Fundación Pensar en Público
"Boric lo va a cambiar todo, todo lo va a cambiar Boric. Él es el mejor". Esta frase, viralizada en un video de redes sociales hace unos meses, daba cuenta del ánimo de un grupo importante de ciudadanos que veía en la nueva administración una luz de esperanza. El fervor que despertó en sus primeros meses de instalación fue apagándose poco a poco, ante una serie de equivocaciones que hacían desentonar a una coalición que hizo de la superioridad moral su mantra.
A los pocos meses de gestión, el Gobierno empezó a hacer agua por distintos frentes. La falta de experiencia y el excesivo voluntarismo en distintas áreas dejaron en evidencia que es fácil criticar, pero no tanto administrar. El mejor ejemplo fue el caso de la agenda de seguridad, donde se evidenció los errores permanentes de la numero dos de La Moneda, Izkia Siches. El recibimiento a balazos en Temucuicui y las declaraciones erróneas e inoportunas en el caso de deportaciones a inmigrantes daban cuenta de una inoperancia nunca antes vista en palacio.
Con el paso de los meses, los errores sistemáticos comenzaron a verse reflejados en la aprobación presidencial, dando por terminada de forma abrupta una casi inexistente luna de miel que experimentan los gobiernos recién elegidos. Así, la administración Boric se transformaba en uno de los gobiernos con menor aprobación desde el retorno de la democracia.
Inmiscuirse con el fracasado proceso constitucional terminó por transformarse en un salvavidas de plomo, algo que el Gobierno no supo comprender y por lo que terminó pagando un altísimo costo. La irresponsable frase del entonces ministro Segpres, Giorgio Jackson, asegurando que sus reformas estaban condicionadas a la aprobación del nuevo texto constitucional no dejó mucho margen. El amplio rechazo de la ciudadanía a la propuesta de la convención terminó por arrastrar al Gobierno y a su coalición, lo que terminó siendo una derrota personal para Boric.
El posterior cambio de gabinete vendría a representar aquello. Cambio en las personas, en los ejes de trabajo, pero sobre todo, en la composición y correlación de fuerzas. El ascenso de Tohá y Uriarte -ingresando al corazón de La Moneda- así lo refleja. Además de los elencos, cambiaron las prioridades y las urgencias de la agenda.
A los pocos días, la seguridad pública pasó a ser una de las principales preocupaciones. La conformación de una mesa, liderada por Tohá, parecía ser una señal en el camino correcto, pero que terminó en un abrupto fracaso por la irresponsabilidad del Presidente, quien la dinamitó al privilegiar el beneficio de indulto a 12 condenados, demostrando ambigüedad y falta de compromiso con la principal preocupación de los chilenos.
La situación de Cancillería daría para escribir una serie de columnas. Filtración de un audio, los cuestionamientos permanentes a la perfomance del embajador de Chile en España, la cancelada recepción de las cartas diplomáticas al embajador de Israel, Beatriz Sánchez en México, el TPP-11, desconocimiento a John Kerry y opiniones personales respecto de lo que sucede en Perú, entre otros episodios, demuestran la ligereza con la que se tratan las cosas en esa cartera.
El año 2023 será un año complejo, pues no habrá tiempo que perder ante la presión por resultados y las exigencias de la ciudadanía. El Gobierno ya tiene muchos flancos abiertos: seguridad, pensiones, retiros, inflación, y además decidió echar a andar una reforma tributaria que no concita consenso. A este complejo escenario debemos agregar la crisis de las isapre. Si bien éstas son una de las instituciones con menos respaldo ciudadano, el Gobierno no puede darse el lujo de dejarlas caer. Por si fuera poco, recientemente inició el nuevo proceso constitucional. A pesar de todo, La Moneda tendrá algo que decir, pues una derrota electoral de cara al 7 de mayo dejaría en un peor pie a la administración Boric.
Con todo, el anunciado cambio de gabinete debería "ayudar a descomprimir" las presiones al interior de La Moneda y sus dos almas, Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático. Dicho esto, no deberíamos tener muchas expectativas de un cambio mayor, ya que el escenario descrito anteriormente no se enmienda con cambios cosméticos, sino con una nueva hoja de ruta que difícilmente el Gobierno está dispuesto a tomar.
Lo errores en política se pagan caro, y ante un oficialismo que cuando fue oposición se destacó por negar la sal y el agua, difícilmente encontrará un respiro en la actual oposición. El 2023 será un año fundamental para enmendar el rumbo y demostrar que las prioridades son las mismas que las de la ciudadanía. De esta administración depende evitar la desilusión de muchos.
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