No tenemos uno de los mejores sistemas de salud del planeta, eso es un hecho. Pero sí tenemos un sistema de educación inicial ejemplar, con un financiamiento esencialmente público, que ha venido creciendo en cobertura desde que Eduardo Frei Montalva fundara la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) en 1970.
Y es que muchos presidentes y presidentas, han entendido que la educación parvularia es un pilar estratégico para el desarrollo del país, pues es en los primero años de vida donde se sientan las bases del desarrollo cognitivo adulto. Es por ese mismo motivo, además, que sin una educación preescolar de calidad, no se puede disminuir la desigualdad ya que sin los jardines infantiles, es decir, sin el Estado interviniendo desde la primera infancia, los niños y niñas de estratos populares estarían destinados a reproducir las desigualdades de origen. Sin jardines no puede haber meritocracia.
Un tesoro preciado, que con todo, el Estado había sabido resguardar. Pero por lo mismo, un botín demasiado importante como para creer que el neoliberalismo no iría por él.
La educación parvularia, es el único nivel educacional en que el Estado sigue siendo protagonista, fundamentalmente a través de la JUNJI e INTEGRA, encargadas de proveer educación de calidad a niños y niñas sin distinción de estrato. Un verdadero patrimonio de lo público, que ahora Piñera intenta desbaratar.
Los movimientos legislativos comenzaron desde los inicios de su mandato, sin embargo, producto de la aguerrida y valiente resistencia de los funcionarios y funcionarias de la educación inicial, en su mayoría mujeres, la tramitación de los proyectos se detuvo. Piñera no pudo con las educadoras y las auxiliares movilizadas, así que tuvo que esperar a que una pandemia lo facultara para decretar un Estado de Excepción Constitucional para continuar legislando, para continuar desmantelando, para continuar privatizando.
El paquete de reformas neoliberales del Presidente, consta de tres ejes. El primero de ellos es el mal llamado proyecto de Sala Cuna Universal, que pretende quitar la tutela al Estado de los jardines infantiles, reemplazándolos por guarderías privadas pagadas por los trabajadores con una cotización adicional y con excedentes del fondo de seguro cesantía.
Pretende cambiar un Derecho a sala Cuna por un Beneficio de sala Cuna. Es grave en dos sentidos, primero, porque atenta contra el patrimonio público y la responsabilidad estatal sobre la infancia, segundo, porque se menoscaba el proceso pedagógico de la educación inicial; el niño o la niña, pasa de ser un sujeto que debe ser educado, a uno que debe solamente ser cuidado.
El segundo, es el proyecto de Subvención de Niveles Medios que pretende repetir los errores de la Educación escolar a la inicial. Y el tercero es el que establece la obligatoriedad del kínder, traspasando dicho nivel a los colegios, que tiene más de una repercusión, a la vez que ignora la complejidad de la realidad nacional.
Cuando el gobierno plantea establecer el kínder obligatorio, olvida o más bien desprecia al 8% de los niños y niñas que viven en sectores rurales donde no hay escuelas con nivel preescolar. Para ellos simplemente no hay política ¿¡Qué bueno!?
Porque es una mala política. Pero el problema viene al año siguiente ¿cómo ingresan a primero básico sin el nivel anterior, obligatorio, cumplido?
Y sin embargo, eso no es lo peor. La consecuencia más trágica es que al ser absorbido el kínder por las escuelas, harán ingresar a los niños y niñas a los sistemas de estandarización de los que tanto gusta la educación escolar.
El impacto de las pruebas estandarizadas como el SIMCE en las dinámicas de aula, es una cuestión probada. Cuando las escuelas son medidas y de esa medición se desprenden sanciones como el recorte presupuestario, las escuelas comienzan a educar para esas pruebas, no para el bienestar, no para el saber, no para el desarrollo armónico.
El kínder obligatorio impartido por escuelas y evaluado estandarizadamente, hará que los niños y niñas tengan un currículum que atrofie sus capacidades mentales, centrado fundamentalmente en lenguaje y matemáticas (que es lo que esas pruebas miden), con altas dosis de estrés.
Piñera, con su programa neoliberal de educación inicial, una vez más se vuelve contra la infancia. Esta senaturía no está disponible para que el Estado siga menoscabando a los niños y niñas que debe cuidar, ni humillando a sus familias.
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