La vigencia de la “La Sociedad del Espectáculo”, Guy Debord 1967, no es cuestionable, aún más sus características se acrecientan, principalmente, por la masificación de las tecnologías. Internet y las redes sociales colaboran, sin contrapeso, en la construcción de una realidad sobre la base de apariencias, imágenes y representaciones.
Así, la existencia se suplanta y la vida es valorada como una mercancía que se aprecia de acuerdo al parecer y no el ser. Como consecuencia del surgimiento de estos nuevos medios, aparecen otros lenguajes y modos de percepción, que frecuentemente dislocan los límites entre lo inventado y lo acontecido, lo público y lo privado, lo ligero y lo profundo.
La actividad política no ha estado al margen de este proceso y las decisiones en materia pública han considerado esta dimensión para ser elaboradas y promovidas, asumiéndose que el primer paso para materializar una política es que sea espectacularmente noticiable.
Lo anterior, ha socavado la actividad política, pues se entiende que mientras más “sorprendente” es su puesta en escena, mayores réditos traerá a sus impulsores, ya que habrán logrado colocar en la gente nuevas o antiguas opiniones y creencias, situación que deshonra la práctica política.
En el marco del “espectáculo” comunicacional que ha desplegado el gobierno, se puede evaluar que su política ha sido efectiva en su instalación: ha logrado imponer temas en la agenda, dividir a la oposición y mostrar eficacia en la implementación de sus decretos y/o medidas adoptadas. Política que destaca tres objetivos
a) Materializar el proyecto económico, social y político de su sector, instalando la idea de corregir las políticas emanadas del antiguo gobierno; como es el caso del aborto en tres causales o el freno a más de 400 actos administrativos que se encontraban en la Contraloría.
b) Mantener la adherencia que lo llevó a conquistar la presidencia de la república, a partir de ello, utiliza expresiones grandilocuentes; por ejemplo, "estamos expandiendo la gratuidad a todos los estudiantes de las familias del 70% más vulnerable de nuestro país." dato que no se ajusta a los méritos del gobierno, pues la exención de pago sólo se amplía en un escuálido 8% y no considera a estudiantes técnicos de las universidades; o tensionando temas que, de acuerdo a las mediciones cuantitativas, podrían aumentar su popularidad, en esa dirección se entiende el haber distorsionado la proyección que determina el número de infectados con VIH.
c) Dividir a la oposición, privilegiando la discusión con el Frente Amplio, en desmedro de la izquierda que pertenecía a la otrora Nueva Mayoría. Propósito que ha contado con la ayuda activa de los medios de comunicación que adscriben a los partidos de gobierno, esto es, con los de mayor cobertura nacional.
Diseño que no está exento de desaciertos como lo demuestran los ministros de educación y justicia, develándose la estrategia de The Big Stick, emulando a Roosevelt, cálculo que se manifiesta por ejemplo en la ley referida a reparaciones en materia de Derechos Humanos, temática que posiblemente quieran “consensuar” con la aceptación de más regalías penitenciarias a los criminales de Punta Peuco; reformulando la Ley Antiterrorista o reprimiendo, de manera alevosa, a los estudiantes.
Mientras tanto, la oposición se divide entre seguir ensimismada, sin capacidad de reacción y si lo hace no consigue construir un relato que haga frente a la arremetida del ejecutivo; o interpelada por los estímulos del gobierno, acepta los términos incómodos que les imponen, lo cual trae como consecuencia confusión y suspicacia.
Revertir el manojo político/comunicacional del gobierno, no pasa por entregar más espectáculo, sino por propulsar la cultura política que históricamente ha tenido la sociedad chilena: disputar las ideas y resistir las acciones asumiendo que la comunicación en su esencia es efectiva y duradera cuando se llega al ser, cuando hace sentido el mensaje, cuando se habla y se escribe con convicción, poniendo al colectivo por sobre la pretensión individual.
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