¿Primarias o no primarias? No, y por qué

Hasta hace poco el debate presidencial de la centroizquierda estaba sumergido en la irrelevancia por varios motivos: ninguna de sus candidaturas lograba superar los 6 puntos en las encuesta -y no parecía que mejorarían en el futuro próximo-, el mal resultado en la elección de convencionales dejaba al pacto Unidad Constituyente en un cuarto lugar y la distancia entre los partidos políticos (PDC-PS) principales del sector.

Estos y otros motivos llevaron a una telenovela interactiva (literal, porque vimos todo por los distintos canales y redes sociales) el día de la declaración de precandidaturas presidenciales, que llevó a situaciones pintorescas como la ocurrida con el presidente del PR esperando en el Servel, pero también delicadas como los distintos vetos a personas y partidos.

Esto ha tenido un giro importante fundamentalmente por tres variables: la primera, el posicionamiento en pocas semanas de la figura de la presidenta del Senado, Yasna Provoste, instalándola en segundo lugar; la segunda, el buen resultado de Unidad Constituyente en la elección de gobernadores regionales, especialmente del PDC en la Región Metropolitana; y la tercera, la pésima performance del oficialismo en las distintas elecciones, abriendo un escenario de quedar relegados de tercer lugar en noviembre. Puede también nombrarse cómo ha cambiado el escenario para Daniel Jadue, debido a su desempeño en algunas entrevistas y la evolución negativa de distintas propuestas de su programa, que han abierto un espacio para la moderación.

En pocos días cambió el escenario para un sector que parecía olvidado y quebrado internamente, pero quedando fuera de la opción de celebrar primarias dentro del marco que otorga la ley, lo que tiene como consecuencia el debate de organizar las llamadas "primarias convencionales". Se pueden ver dos tipos de posturas, la de a toda costa realizarlas bajo el argumento que no se puede tomar decisiones alejadas de la ciudadanía, y por otro lado quienes ponen una primaria en segundo lugar, pues la prioridad está en las propuestas. Ambas posiciones tienen sus ventajas, pero es importante para una coalición que tiene cierta fragilidad tener posturas claras y bajo unidad, entonces ¿cuál es la mejor opción? Es un hecho que la política es distinta a la vida cotidiana, y aunque está hecha por seres humanos debe ser tomada la decisión más racional, la cual tenga la menor perdida para las partes, y parece que realizar primarias es una mala decisión ¿Por qué? Acá solo dos motivos:

En primer lugar, existe un exceso de elecciones este 2021, lo que generaría en las personas una fatiga electoral. Esto no es para nada recomendable en una coalición que trata de volver a emerger. Una elección que no cuenta con la publicidad televisiva gratuita, ni tampoco espacios para insertar propaganda en medios está condenado a tener bajo conocimiento en las personas. Entonces corre el peligro de volverse un acarreo más que una decisión donde efectivamente la ciudadanía participe.

En segundo lugar, es un hecho que la candidatura de Paula Narváez no ha logrado empinarse en las encuestas y se contrapone con la de la senadora Provoste que si lo ha hecho rápidamente. Esto trae irremediablemente un desanimo en los equipos que integran su comando, el PS y los bajos incentivos para quienes deben sacarse la foto. Ejemplos de esto son Soledad Alvear (2015) y Claudio Orrego (2014). Ella puede arriesgarse a generar un fenómeno de descolgados y quedar con un mal resultado electoral, además de dejarla sin posibilidades de postular a otros cargos por los costos políticos que tendría.

Es obvio que hoy la senadora Provoste tiene un escenario más cómodo. Tiene un rol de Estado que la posiciona de manera inmejorable para insertar temas en la agenda, poner contrapuntos al Gobierno como lo hizo con el Acuerdo de Mínimos Comunes, y un partido como la DC, que parece decidió implícitamente olvidar pronto lo sucedido en mayo, cuadrándose detrás de ella. En la otra vereda, al no despegar Paula Narváez, poco a poco se ven más comentarios en los medios que buscan presionarla. Su liderazgo es importante tanto para su partido como para la centroizquierda, forzar una primaria puede deteriorar su nombre y marginarla a la intrascendencia.

Su equipo debería pensar que hoy es un valor y activo que puede posicionar ideas desde otros lados como el Congreso; nunca hay que olvidar que en cuatro años más se necesitará una persona que ejerza el liderazgo presidencial. Quiero tomarme de esto último, en el año 2014 hubo una euforia de la centroizquierda por la expresidenta Bachelet y su inminente victoria, pero el no reflexionar sobre ¿qué viene después de ella? llevó a posicionar a Guillier, un candidato improvisado. Hoy existe un revival del sector, pero no se debe olvidar que hasta hace unos pocos meses el escenario era bastante distinto.

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