Tres parábolas de elefantes

Buscando información sobre la Economía del Donut o de la Rosquilla, que promueve la economista Kate Raworth, me encontré con el blog de la Asociación Autonomía y Bienvivir, que recordaba las clásicas tres parábolas de elefantes y me resultaron muy aplicables a nuestra realidad.

La primera, “los ciegos y el elefante”, es una parábola con origen en la India, y trata sobre un grupo de hombres ciegos que tocan el cuerpo de un elefante para comprender como es. Cada uno de ellos toca una parte distinta, pero solo una parte, tal como su costado, su cola o su trompa. Luego ellos comparan sus observaciones y se dan cuenta que no coinciden en nada.

En una sociedad desintegrada, como la nuestra, las distintas visiones parciales dificultan el comprender la realidad que vivimos. Se ve distinto Chile desde sus regiones del Sur, que desde La Chimba en Antofagasta, o del set televisivo que muestra sólo un país sin problemas. Es distinto el elefante de los conventillos que el de la Clínica Las Condes y que el de la villa controlada por los narcos.

La segunda parábola es “no pienses en un elefante”. Basta que te digan que no pienses en un elefante para que comiences a pensar en el paquidermo. Es una forma de construir realidades desde el lenguaje y de imponer una visión desde una ideología, tal como ocurre hoy con los mensajes subliminales desde la televisión y las redes sociales.

Desde La Moneda nos dicen permanentemente que no pensemos en elefantes. Por ejemplo, cuando dicen que hay que reducir el número de parlamentarios, lo que disminuiría fuertemente la representación social, y sólo marginalmente el gasto público, y al mismo tiempo se aumentan Ministerios y subsecretarías que, en algunos casos, tiene las mismas funciones.

Pero, también, antes de llegar al gobierno lo hicieron. Nadie creía que Chile podía llegar a estar como la Venezuela de Maduro si ganaba un candidato o candidata de centroizquierda, pero hablar de Chilezuela les permitió triunfar en la segunda vuelta.

Así también construyen el escenario Jadue versus Lavín, y tienen éxito en que, con ingenuidad política que no corresponde a sus años y trayectorias, ex ministros y dirigentes afirmen que el problema de Chile es el comunismo.

“Hay un elefante en la habitación”, es la tercera parábola. Expresa la idea que hay verdades evidentes que no vemos o no queremos ver.

Nadie vio venir el 17.O, pero el elefante estaba en la habitación. Tampoco entendieron que entregar migajas y a cuentagotas llevaría al retiro del 10%. Es que, al parecer, mientras más grande es el elefante, menos lo vemos. Así, también, estamos cayendo en manos del negociado de la seguridad y del narcotráfico.

Las parábolas también son aplicables al proceso que vive el país. Es evidente que la mayoría rechaza la actual conducción y no está conforme con la sociedad como está hoy, pero los partidarios del cambio, teniendo al elefante en la habitación, unos le ven la trompa, otros la cola y uno que otro su enorme magnitud, pero quedan ciegos ante el desafío de entender que hay que entenderse.

Los ciudadanos y ciudadanas quieren que haya cambios de manera ordenada, como cuando salimos de la dictadura, pero unos agudizan la violencia al negarse a reconocer los derechos vulnerados de otros, mientras otros, por querer acelerarlo todo, dan la razón a los que dicen, no pienses en un elefante.

Tenemos la necesidad de tener una misma visión del elefante que tenemos en la habitación. No podemos no pensar en el.

El proceso constituyente, con su hoja en blanco y sus dos tercios, es la oportunidad de construir esa visión común.

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